Pagamos cifras millonarias de dinero para que el gimnasio de la esquina nos adelgace, sufrimos con las dietas que por días eternos nos producen hambre y desmayos, vamos a los nutricionistas más preciados para alcanzar el peso ideal, gastamos en las más costosas y peligrosas cirugías para ser lo que no somos, compramos todo tipo de productos que nos prometen recuperar nuestra cintura veinteañera y leemos todo tipo de artículos que nos enuncian milagrosamente “¿Cómo perder 10 kilos en 10 días?”. Vivimos en una sociedad capitalista que se fundamenta en el mayor consumo: el que más consume es el que más tiene, el más exitoso. Paradójicamente, al mismo tiempo, la misma sociedad nos impone que estar delgado es sinónimo de belleza, lo cual es la antítesis del mayor consumo: comer sano y mejor sí pero, ante todo, comer menos para ser bello. Ese es el perverso dilema publicitario de nuestros tiempos. ¿Pero cómo comer menos ante tantas tentaciones consumistas? Quizás unos científicos descubrieron parte de la solución.

La revista científica Food Quality and Preference publicó en su edición de junio de 2016 los resultados de una investigación que parece comprobar que una figura esbelta, observada antes de comer, condiciona el consumo de alimentos. Alguien tuvo la buena idea de reunir a 128 personas con el falso objetivo de hacer un test de saboreo de papitas (chips). Cada una de las personas tenía la posibilidad de probar 20 papitas. Lo interesante es que, durante la degustación, una mitad de las personas tenía al frente una pantalla blanca mientras que la otra mitad tenía una pantalla que mostraba esculturas del artista Giacometti que se destacan por ser extremadamente flacas; como un palillo, diríamos. Para distraer su concentración, todas las personas debían memorizar al mismo tiempo varios números. ¿El resultado? La mitad que tuvo al frente las esculturas esbeltas comieron 21 % menos papitas que la otra. Esto significa que la visión de una figura delgada se impregna inconscientemente en el cerebro como un fin alcanzable que disminuye el inmediato y posterior consumo de alimentos. ¿Moraleja? Si queremos adelgazar, mirar cualquier imagen esquelética antes de ingerir alimentos.

Este constato es lo que algunos, como el columnista Pierre Barthélémy del diario francés Le Monde (columna del 18 de mayo de 2016), han llamado “el efecto Giacometti o el arte de hacer comer menos”. El problema nuestro es que no conocemos mucho a las rectilíneas y bulímicas obras de Giacometti, pero sí conocemos, quizás demasiado, a las hermosas gordas de Botero. Prueba de esto es que la obesidad afecta al 51 % de nuestra población, según cifras de la Fundación Colombiana de la Obesidad, porque seguramente sufrimos del efecto contrario que no es más que el efecto Botero.

@QuinteroOlmos