Hoy aproximadamente la mitad de los trabajadores colombianos está en el sector informal, es decir, elude la regulación laboral y no paga muchos de los impuestos que financian al sistema de salud y pensión del país. Esto significa también que esa mitad del país está desprotegida ante riesgos como la enfermedad o la vejez, además de las inadecuadas condiciones de trabajo. La situación es delicada porque, según estudio de Mondragón-Vélez, Peña y Wills (2010), el sector informal crece durante periodos de bajo crecimiento económico y es relativamente inelástico durante los períodos de alto crecimiento. En otras palabras, la informalidad no reacciona mucho al crecimiento económico. Sus causas provienen de variantes profundas.

Una de esas causas es la rigidez del salario mínimo. Cada diciembre el Gobierno se sienta a negociar con los sindicatos, que representan únicamente a los trabajadores formales, el aumento del salario mínimo. Error garrafal. La negociación debería incluir también a los trabajadores informales. De esta manera, se piensa falazmente que si el salario mínimo aumenta por encima de la inflación es un logro para todos los trabajadores. Sin embargo, el aumento del salario mínimo es el primer amigo de la informalidad. Los altos costos salariales hacen que las empresas no puedan ajustarse a los ciclos económicos y deteriora su capacidad formalizadora. Otras de las causas son los costos no salariales que incluyen las primas, riesgos profesionales, cesantías, vacaciones y las contribuciones a salud y pensión. Estos representan en promedio el 58% del salario que recibe el trabajador, según el citado estudio. Este mismo estudio ha logrado comprobar que un aumento de 10 puntos porcentuales de estos costos está asociado con un aumento de 5-8 puntos porcentuales en el tamaño del sector informal.

Al tomar el salario mínimo como porcentaje del PIB per cápita, si lo comparamos con el de Chile, Brasil y México (Estudio Sánchez, Duque y Ruiz 2009) se constata que el colombiano casi que duplica a los otros. Aunque sea políticamente incorrecto decirlo, el salario mínimo colombiano es muy alto en relación con la capacidad económica nacional y su falta de flexibilidad nutre la informalidad, lo cual in fine perjudica a todos los trabajadores del país.

Muchos dirán que esta última afirmación es indolente y no toma en cuenta el poco poder adquisitivo del actual salario mínimo. Sí, sin duda, pero tenemos que entender bien el marco de la problemática. Comprendamos que existe una interdependencia entre pobreza e informalidad y que la pobreza se combate, entre otros, con la formalización de las personas con el fin de asegurar unos mínimos vitales para todos (derechos laborales, pensión, salud, etc.). Mientras más aumentamos el salario mínimo y los costos no salariales, creyendo en espejismo que estamos mejorando las condiciones económicas, lo que realmente estamos haciendo es solo mejorar el poder adquisitivo de los pocos trabajadores que tienen el lujo de estar formalizados. Sin formalización los gastos para el sistema subsidiado de salud como para los subsidios a la vejez explotarán, lo cual al final de la década nos hará entrar en una insostenibilidad fiscal, ya que los “formalizados” no podrán mantener a los “informalizados”, al menos que se sigan aumentando los impuestos lo que significará, en círculo vicioso, otro auge de la informalidad.

@QuinteroOlmos