Con el pasar de los años, y dedicado en un 70% de mi vida al ejercicio de la Medicina, afloran aquellos pensamientos fundamentales, en un momento en el que la experiencia y los estudios, son reconocidos, como la mejor vía para la comprensión de la humanidad, sus fenómenos relacionados, como el medio ambiente, la ciencia, la genética, la historia, la geografía, la política y muchos otros. Tenemos que reconocer, que el destino nos ha deparado algunos momentos difíciles, pero al mismo tiempo, otros que no debemos olvidar y que hacen parte de nuestro crecimiento intelectual. Me refiero, a los inicios de la formación en la carrera médica en la Universidad de Antioquia, en donde nos encontramos que, antes de ser médicos, tendríamos que pasar por un ciclo de estudios que no parecían relacionarse mucho con la profesión. Con el tiempo me he dado cuenta que aquellas palabras sabias “el que solo Medicina sabe ni medicina sabe", son cada vez más ciertas.
Dedicarnos a hacer medicina sin conocer a la humanidad, sus comunidades, sus riesgos, debilidades, cultura, folclore, e ideologías, es volver una carrera de naturaleza humanista en una carrera técnica, manejada a través de principios financieros, de rendimiento, utilidades y pérdidas. La medicina cayó en el mandato del dinero, y la corrupción ha hecho daño en todos sus espacios.
Los afortunados, de anteponerse la visión de la humanidad, a la misma altura, que las curaciones, hechas después de evidencias y estudios, nos mostró, gracias a esos años de Estudios generales, entender más a nuestros pacientes, resolver conflictos de repercusión familiar y de comunidades. La educación actual, no parece estar formando médicos, con esos currículos que, en principio, no queríamos reconocer, y que creíamos iba a restarle tiempo a nuestras carreras. El tiempo nos mostró que los educadores del momento tenían la razón, necesitamos saber más de la humanidad, para conocer en profundidad los sufrimientos y alteraciones relacionados con la enfermedad. Nadie sabe más de sufrimiento, que quien lo ha tenido, y nunca se puede ser más feliz, sin relacionarnos con los demás, es decir, la felicidad por sí sola, no existe.
El recuerdo de aquellos maestros que nos enseñaban las pinturas y obras de los grandes artistas, las conferencias sobre el Greco, del Profesor Luis Alfonso Vélez, la historia de la salud pública con Héctor Abad Gómez y su espíritu mesoista, (en el medio), como lo escribía, en una de sus cartas enviadas a sus hijos, “lo que más tenemos que aprender, de lo que más tenemos que preocuparnos, es de cómo usamos las cosas que vamos aprendiendo. Vas a saber, con el tiempo, que el todo, no es saber mucho, sino saber aplicar bien las cosas que aprendemos. Parece ser, que tantas cosas en la vida no son sino un medio. El saber, la sabiduría, por ejemplo, no deberían ser sino un medio para hacer mejores, o, mejor dicho, más felices, a los demás. El verdadero fin de una vida, que valga la pena, es el bienestar de todos los humanos. Lo demás es espejismo. Aprende esto desde pequeño y así podrás ser más feliz”. Sin la capacidad de tener una población educada, y formada, al lado de los principios de la humanidad, no existirá nunca un buen mañana.