Para iniciar esta columna debo recordar a los lectores que no soy usuario de TikTok. Como dije en una columna hace casi un año, desde el primer momento en que escuché sobre una aplicación capaz de producir videos cortos y adictivos gracias a un algoritmo imbatible, decidí quedarme por fuera de su órbita. Tengo suficiente con un X bien curado como fuente de noticias —que me atrapa más de lo que quisiera— y un uso esporádico de Instagram.

Lo que sí me enganchó, en cambio, fue la saga alrededor de la prohibición de TikTok en Estados Unidos. Un drama con amenazas constantes de cierre, negociaciones secretas entre presidentes, y el temor de 117 millones de usuarios que no querían quedarse sin su dosis diaria de microvideos. Esa trama llegó finalmente a un clímax con el reciente anuncio de la venta de una participación mayoritaria de la filial estadounidense a un consorcio de magnates tecnológicos locales.

La pregunta de fondo es: ¿qué están comprando y por qué es tan importante? La respuesta es clara: TikTok es, de lejos, la red social más popular entre los jóvenes de 12 a 24 años en EE. UU., quienes pasan casi una hora diaria conectados. Entre los adolescentes de 12 a 17 años, su tiempo en TikTok supera al que dedican a YouTube e Instagram combinados.

¿Y qué consumen durante tantas horas? Casi uno de cada cuatro videos está asociado al entretenimiento y la cultura popular; uno de cada ocho, a temas de belleza y moda. Un 6 % corresponde a deportes y recreación, y otro 6 % a contenidos de educación y sociedad.

Ese atractivo explica su éxito económico. Solo en Estados Unidos, los ingresos estimados alcanzan los 20 mil millones de dólares. Sin embargo, esta cifra apenas representa el 13% de los ingresos globales de ByteDance, la empresa matriz de TikTok. En 2024, ByteDance generó más de 33 mil millones de dólares en utilidades sobre ingresos superiores a los 155 mil millones, gracias a sus más de 800 millones de usuarios en China y otros mil millones en el resto del mundo.

Además, la compañía ya no solo depende de la publicidad: se expande hacia la búsqueda, el comercio digital, el entretenimiento e, incluso, a la inteligencia artificial, con chatbots que compiten entre los mejores del mundo.

Paradójicamente, la venta que en Washington se celebra como un triunfo de soberanía tecnológica puede terminar siendo una liberación para ByteDance. Sin la carga política de su operación en Estados Unidos, la empresa china puede concentrar sus esfuerzos en consolidar su hegemonía global. Y los americanos dormirán más tranquilos que los videos que ven sus jóvenes todos los días no vienen con un caballo de Troya.

@RPlataSarabia