En los espacios de poder de la política, la academia, la empresa, las mujeres enfrentamos una verdad incómoda: los ataques más duros no siempre provienen de los hombres. A menudo, surgen desde nuestras propias filas.
No hablo de competencia sana ni de desacuerdos profesionales. Me refiero a una violencia sutil, pero persistente: rumores, descalificaciones, exclusiones. Un tipo de sabotaje que erosiona el liderazgo femenino desde dentro.
He acompañado a mujeres en su proyección pública, y en muchos casos el mayor obstáculo no ha sido el machismo evidente, sino la deslegitimación entre pares. En ambientes donde deberíamos encontrarnos como aliadas, aún se escucha con naturalidad: “Ella está ahí por ser amiga de tal”, “es solo una cara bonita” o “llegó ahí porque tiene un padrino político”.
Un comentario sexista, un rumor, una frase malintencionada como “ella llegó por el jefe” o “es la amante de tal” puede arruinar años de preparación, disciplina y resultados. Es una forma de violencia simbólica que, aunque no deja huella física, sí fractura el poder de muchas mujeres.
Y no se trata de percepciones aisladas. Según el informe Women in the Workplace 2023 de Lean In y McKinsey, el 78 % de las mujeres afirma haber sido socavada por otra mujer en su entorno laboral. A su vez, ONU Mujeres advierte que el 30 % de las líderes ha sido blanco de desinformación o ataques personales, muchas veces promovidos desde su mismo entorno femenino.
¿Por qué ocurre esto? Porque nos educaron con la lógica de la escasez. Nos enseñaron que solo hay espacio para una: la más simpática, la más talentosa, la más fuerte. Como si el éxito de otra mujer pusiera en riesgo el nuestro.
El desafío urgente es romper con esa narrativa. No se trata de idealizar la sororidad ni de negar la diversidad de opiniones entre mujeres. Se trata de reconocer que, si no nos apoyamos, seguimos jugando con reglas que no escribimos nosotras. Y perdemos todas.
Es hora de dejar de justificarnos, de dejar de culpar a la “otra”, es hora de mirarnos a los ojos y recuperar la confianza, es hora de decir somos poderosas, pero juntas somos invencibles.
Te invito a reflexionar
¿Has sido parte de esa voz que resta valor a otra?
¿Cómo puedes convertirte en un puente para otras mujeres?
El verdadero empoderamiento comienza hoy, cuando comprendemos que elevar a otra mujer no nos resta, nos potencia.
* Magíster en comunicación y marketing político.
* Experta en imagen pública y
liderazgo femenino.