En mayo de 2021, advertí en esta columna al gobierno de Iván Duque y a los sectores agroexportadores, la importancia de aprovechar el “Superciclo” de precios de los commodities agrícolas que apareció después de pandemia en noviembre de 2020, para incentivar las inversiones que se requerían para eliminar la ineficiencia en los agronegocios para poder competir en el mercado global.

Han pasado cinco años y no hicieron nada. Si analizamos los rendimientos promedio por hectárea de los sectores cafetero, palma de aceite, caña de azúcar, cacao, soya, maíz, algodón y carne bovina, son los mismos o peores que hace cinco años. Si miramos las superficies sembradas, con excepción de la soya y el maíz en la Altillanura, los demás subsectores están iguales o disminuyeron. Si observamos los costos de producción por hectárea o tonelada, son mayores que hace cinco años. Y si revisamos las tasas de interés, los impuestos, combustibles, transporte y la inseguridad, están peores que hace cinco años.

Ojalá hayan salido de sus deudas, porque este Superciclo de precios tiene fecha de vencimiento. Este fenómeno que se ha caracterizado por un crecimiento sostenido en la demanda de materias primas a nivel mundial, al cual la oferta tardó en responder, puede tener sus días contados. Si Ucrania y Rusia arreglan este año su conflicto, y si la guerra de aranceles entre Estados Unidos y China, no cede, vamos a ver muchos excedentes de materias primas agrícolas de esos países a precio de huevo en nuestro país. Esto, lógicamente va a tener un impacto en la caída de los precios de los aceites, harinas y azúcar. Respecto a los precios del café y cacao, siempre han dependido de las heladas y sequías en Brasil y Vietnam. Cuando esos países no tienen problemas de siniestralidad climatológica, los cafeteros nuestros no tienen cómo competirle a sus precios de mercado.

¿Qué hacer en el 2026? Pues, lo mismo que le sugerí al expresidente Duque en el 2021, y no hizo. Es decir, enfocar todos los esfuerzos del ministerio de Agricultura en una política pública que ayude a los empresarios del campo a producir más con menos. Los burócratas del agro en Bogotá lo llaman “competitividad”. ¿Y cómo se logra eso?, pues aplicando el sentido común de las cosas y con medidas pragmáticas. En primer lugar, eliminando el 100% de los aranceles de todas las importaciones de materias primas, maquinaria, equipos y biotecnologías que se requieren para la producción agrícola local.

En segundo lugar, destinar un paquete de recursos de créditos baratos a largo plazo (15 años) para incentivar las inversiones en sistemas de riego, energía solar, mecanización de cultivos e infraestructura para la transformación de materias primas. Hoy en día, el 77% de la plata de Finagro se queda en las ciudades, en capital de trabajo y en el último eslabón de la cadena. Por eso en el 2024, las importaciones de aceites crecieron el 27,9%, las de carnes el 25,9% y las de legumbres, granos y cereales el 13,9%. Están prestando la plata para importar alimentos y no para producirlos en Colombia, una práctica que está prohibida por la Ley 16 de 1990. Continuará…

*Consultor en apalancamiento financiero agroindustrial.