«Resume e infórmame rápido». Con ese mensaje, que descubrí cuando le di clic a una columna de opinión publicada en la página de internet de un importante períodico, se ofrece a los suscriptores una síntesis de unas cinco líneas como una alternativa a su lectura. «Parece que el documento es largo. Ahorra tiempo leyendo un resumen». Así, una aplicación para abrir archivos en formato pdf le sugiere al usuario la posibilidad de evitarse la tarea de leer un documento, invitándolo a «obtener una síntesis fácil de leer con títulos y aspectos clave de cada sección para centrarte en lo más importante en menos tiempo», según reza su texto promocional. En ambos casos, la generación de los resúmenes se logra mediante el uso de una herramienta de inteligencia artificial generativa.

Tales ofrecimientos lucen pertinentes y en consonancia con los ritmos de esta época, llena de ansiedad y dominada por la inmediatez: dado que no tenemos tiempo para nada, mejor aprovechemos cada segundo y evitemos desvíos inútiles, que el algoritmo se encargue de filtrar y trasquilar lo que sobra. En él confiamos.

Es posible que haya momentos en los que el uso de esos atajos sea válido, dentro de las exigencias productivas del trabajo o cuando una tarea nos desborda y se acaba el plazo. En lo cotidiano, no parecen tener sustento. Por eso, cuesta mucho comprender la lógica detrás de la sugerencia que hace el periódico que mencioné. Lo que el resumen de una columna propone al lector es eludir el esfuerzo de leer unas 500 palabras —a lo sumo—, para engullir un párrafo mínimo y ahorrarse unos 2 o 3 minutos, un botín que no parece tan atractivo. Además, es paradójico que un medio que depende de que las personas lo lean, proponga leer menos. En realidad, es una invitación a la pereza, no creo que estemos tan fregados como para no poder dedicarle unos pocos minutos de nuestro tiempo a comprender un punto de vista.

Lo cierto es que esos anuncios no cesarán. Poco a poco las herramientas de inteligencia artificial irán ganando más espacio dentro de nuestras actividades, facilitándonos muchas cosas, desde luego, pero también atrofiando capacidades. Los más pesimistas vislumbran un futuro en el que no seremos capaces de leer textos de más de dos párrafos y mucho menos de escribirlos, planteando serios retos para los procesos educativos tradicionales. No sabemos qué va a pasar, ni la magnitud de los cambios que se avecinan o sus impactos. Por lo pronto parece que lo mejor es ir avanzando con prudencia, dentro de lo posible, y tratar de leer lo que podamos con pausa y dedicación, antes de que esa costumbre se vuelva un gesto atávico.

moreno.slagter@yahoo.com