La balanza comercial de los Estados Unidos (EE. UU), o sea la suma y resta de sus importaciones y exportaciones de bienes y servicios, ha sido deficitaria en lo que va de este siglo y en los 20 años finales del anterior. Déficit dominado por el comercio de bienes, ya que el comercio de servicios ha sido superavitario durante ese período.
Cuando un país tiene un déficit comercial está comprando más bienes y servicios de los que está vendiendo. ¿Y cómo los paga? Los extranjeros tienen que estar dispuestos a invertir en el país y el país a endeudarse con los extranjeros. El flujo neto de bienes y servicios y el flujo neto de capitales son dos caras de la misma moneda. Es una identidad macroeconómica que no tiene escapatoria.
La confianza en que los EE. UU, honrarían sus deudas para con el mundo ha tenido dos épocas. La primera desde el acuerdo de Bretton Woods en 1944. En la antesala del final de la segunda gran guerra, se estableció el sistema en que todas las monedas del mundo serían convertibles a dólares y éste a oro a una tasa fija. Ello dio lugar a una prosperidad sin precedentes con la reconstrucción de Europa y Japón y en los EE. UU, que vio surgir su enorme clase media.
Hasta que en 1971 la presión sobre EE. UU, fue demasiado para que éste, como ahora, pudiera mantener la sombrilla militar de occidente y la convertibilidad de su moneda al oro. Nixon forzó a un retiro a la élite económica y diplomática de su gobierno que condujo al abandono oficial de la paridad del dólar con el patrón oro. Después de la crisis desatada al entrar a un mundo económico incierto, Nixon logró restablecer las alianzas y la cooperación. Y luego de su apertura a China se inició otra gran oleada de prosperidad global, apuntalada por el abaratamiento del transporte marítimo y aéreo, la explosión de las telecomunicaciones y la apertura del comercio internacional.
Cientos de millones de personas salieron de la pobreza en pocas décadas. La frágil magia de la confianza en los Bonos del Tesoro de los EE. UU, permitió a éste consumir barato importado, mantener el dólar como moneda de reserva de muchos países y ser inversión refugio de empresas y personas en épocas de crisis. Por eso hay que evitar choques tan súbitos, fuertes y masivos como los incrementos inmediatos de aranceles, que ocasionaron una breve estampida de venta de Bonos del Tesoro. Una señal de desconfianza autoinfligida inédita, que dio lugar al plazo de 90 días para negociar aranceles bilaterales con cabeza fría.