Me han comentado de una serie de televisión llamada Adolescencia, que no he visto, y que trata de un adolescente que apuñala a una compañera del salón de clases en una ficción acerca de este tipo de situaciones en el Reino Unido, lo cual deriva en una investigación sobre las verdaderas razones por las cuales ocurrió tal hecho.
Le informo al director de la serie que pude enviarle un video que registra tal hecho en un colegio colombiano, que muestra de forma cruda este acto motivado porque la víctima, una alumna, se burlaba de muchas formas del agresor, hasta cuando éste no aguantó más y la apuñaló delante de los otros alumnos.
No quiero decir con esto que sea la norma en los colegios, pero sí recibo con frecuencia en la consulta casos entre niños de menor edad que meten al mejor de la clase al baño poniéndole sus lapiceros en la garganta para que les dejen copiar la tarea o amenazarlo para que no opine en las clases, so pena de agredirlo después.
Más preocupante aún es escuchar a muchos padres, incluso a colegas de diversas especialidades, lanzar la expresión “es que ya viene la adolescencia”, por lo que hay que esperar que el menor se convierta en alguien del cual se puede esperar cualquier conducta de difícil manejo tanto en casa como en el colegio o la sociedad.
Me retrotraigo en el tiempo para ver mi propia adolescencia y la de mis amigos para comprobar algo completamente diferente, vale decir, años pletóricos de alegría, creatividad, valores, respeto a las normas en todos los escenarios en que convivimos, inicio de grandes amistades que perduran en el tiempo; y, por otra parte, padres, profesores, autoridades de todo tipo disfrutando de vernos madurar hacia la adultez esperando de nosotros lo mejor sin temor de ningún tipo.
Lo que sí creo que ha empeorado de manera dramática es la contraparte, o sea, padres, profesores, la sociedad en general, que perdieron la autoridad, el amor, la disciplina, la constancia para educar a la juventud actual que se encuentra perdida sin un rumbo en un mundo carente de todos aquellos principios en los que fuimos formados para hacer de nosotros el tipo de adultos que somos.
Los que estamos enfermos somos nosotros los adultos que perdimos las partituras para la formación de hombres y mujeres que conserven aquellos valores que puedan garantizar una adolescencia adecuada en sus próximos hijos sin ese miedo a una etapa que debe ser disfrutada y no temida.
El no, la frustración, la sanción de las faltas cometidas por nuestros hijos, son actos de amor que requieren ser retomados si queremos una sociedad de adultos de la cual sentirnos orgullosos.