Escuchamos por todas partes frases continuas o parecidas que más o menos dicen: Desde los tiempos de Pablo Escobar no estábamos en el país experimentando tanta violencia como ahora. Y la verdad absoluta es que la enorme evidencia de esta afirmación nos permite concluir que estamos en plena guerra, y si no es aceptable esta afirmación, veamos: tres grandes regiones de suma importancia como son los departamentos de Cauca, Norte de Santander y Chocó se encuentran bajo el fuego que cruzan grupos guerrilleros entre sí, peleándose territorios de cultivos de alucinógenos. Además, otro grupo de regiones sufren los mismos efectos, arrastrando a miles de colombianos de sectores como el sur de Bolívar, este de Antioquía, mucho de Guaviare, Nariño, Putumayo, Guajira, que indefensos esperan a la Fuerza Pública Nacional que tiene la obligación de defenderlos porque así lo consagra la Constitución Política Nacional.
Entonces, en todo el país se aviva permanentemente la misma pregunta por millones de colombianos: ¿Cómo es posible que las Fuerzas del Ejército, la FAC, la Armada y la Policía no actúen para defendernos? El tema es logísticamente numérico. Entre todas esas fuerzas suman cerca de medio millón de efectivos. La gran pregunta nacional, viva, angustiosa es: bien equipados como están, bien entrenados, ¿por qué no acuden a protegernos si se apoyan en alta técnica, armas, inteligencia, vehículos de guerra, tecnología de alta especialidad, armamento, mientras que por más alto progreso en armamento las guerrillas e insurrectos habitan las inclemencias de las selvas, alimentación deficiente, incomodidades del monte, de la selva?
La explicación, la única quizás valedera, es que el mismo gobierno frena la actuación de la legalidad armada. Se sabe que no hay presupuesto para repuestos en los aviones porque se lo robaron, aquí todo se lo roban desde las cúpulas gubernamentales, se conoce que desmantelaron poco a poco a todas las fuerzas, dizque para calmar ánimos buscando la paz total. ¿Cuál paz? La ilusión de una paz que aniquiló a las sociedades comunistas y barrió con el populismo izquierdista en todos los rincones del mundo. ¿Así, de esta lógica elemental, se desprende que el único culpable de que el país esté sumido en una guerra es el mismo gobierno iluso y estúpido que se dejó ganar la carrera del orden público y la protección de cincuenta y cinco millones de personas? Por eso repetimos hasta el cansancio que si no estrechamos una política que busque enseguida la cohesión social de todo el país, iremos al desastre y la ruina total.