Al lidiar con EE. UU., una cosa es cuando se afecta la agenda de cooperación internacional, otra muy distinta es desviar una prioridad diplomática, pero si se afectan los intereses domésticos de EE. UU., la retaliación es exponencialmente mayor, si se violenta el eje central de la campaña electoral: vendrá un huracán.

Por ello, el gesto simbólico en contra del trato a los inmigrantes indocumentados, negándole a nuestro principal aliado el ingreso de dos aviones, era previsible que habría consecuencias que pagaremos todos los colombianos. Aún no sabemos todos los detalles de la madrugada de ese domingo, pero sí es claro que Colombia no tiene por qué involucrarse en la política doméstica de EE. UU. La época de “don’t lose Colombia” se acabó, si nos ponemos a agredir a el Tío Sam, podemos estar seguros de que habrá respuestas. Esta crisis todavía no se ha acabado.

El tema migratorio es la principal preocupación de los votantes estadounidenses. Según Gallup, al menos un 15% de ellos lo considera su prioridad al momento de decidir el voto. Parafraseando a Steve Bannon, estratega de Trump: “lo que hicimos fue ubicar el comercio que era prioridad 100 y los llevamos a ser segundo, mientras tanto la inmigración que era el tema número tres, lo llevamos a ser la prioridad incuestionable.”

La posición restrictiva no es exclusiva de Trump, la percepción de un “exceso” de migrantes es un consenso en el partido Republicano y en buena parte de los demócratas. Un país puede negarles el ingreso a extranjeros, especialmente si lo hacen de manera ilegal o cometen un delito. Si quieren deportar a los inmigrantes ilegales, incluyendo a los colombianos, esta paranoia desmesurada está cobijada en el derecho internacional.

Con el discurso de frenar la inmigración ilegal, Donald Trump, aun teniendo la mitad del presupuesto que Kamala Harris, ganó ampliamente la presidencia. Hoy, la política migratoria en EE. UU. responde a un mandato claro, la retórica poética del presidente colombiano no cambiará esa realidad.

Al sabotear este esfuerzo, Petro no solo desafía a Washington, sino que deja en el limbo a nuestros compatriotas, que quedarían en tierra de nadie. Craso error sería, como insinuó el Presidente, responder expulsando a los estadounidenses con visas vencidas en Colombia.

Trump, en su intento de ejercer una presidencia imperial, lanzó provocaciones a Canadá, México, Panamá y Dinamarca, entre otros, pero ninguno cayó en el juego.

Por eso resulta difícil entender por qué Petro decidió hacer un gesto ideológico a la izquierda latinoamericana a raíz de un vuelo rutinario del gobierno estadounidense. Por cuenta de esta faena, pierden nuestros migrantes, nuestros exportadores, nuestros turistas y, en general, ambos países. Sobra decir que es probable que el mayor costo lo asuma Colombia.

La amistad entre Colombia y EE. UU. es difícil de romper, pero eso no significa que sea inmune a los errores. El falso patriotismo y la retórica contra el “imperio” solo perjudican nuestros intereses. Así como el gobierno ha mostrado sensibilidad diplomática para tratar con Venezuela, es momento de aplicar la misma cautela y pragmatismo con nuestro principal aliado. La época de andar insultando, se acabó.

Ojalá la nueva canciller use su influencia, que no le falta, para reversar este error.

@SimonGaviria