En los últimos años en la política latinoamericana se ha comenzado a presentar un debate álgido, muchas veces precario y lleno de insultos, entre los defensores del concepto de igualdad y los que defienden la libertad.
La polarización, el populismo y la posverdad de la que habla Moisés Naim han sido parte de los ejes que le han servido a los gobiernos de izquierda para vender el humo consistente en que el Estado le puede resolver todo a la ciudadanía. Esa historia se estableció en la región en los años sesenta del siglo pasado con escritos que surgían de la CEPAL y autores como Raul Prebich, Fernando Henrique Cardoso, Enzo Faleto y Ricardo Lagos. Dos de estos autores Cardozo y Lagos llegarían a ser presidentes de Brasil y Chile a finales de los noventa e inicios de este siglo. En ámbitos académicos se estudiaban a Franz Fanon y su libro Los condenados de la tierra o a Eduardo Galeano con Las venas abiertas de América Latina que enardeció a los nacionalistas y proteccionistas.
De hecho, el libro de Faleto y Cardozo " Dependência e desenvolvimento na America Latina” se convirtió en una guía para que la región participara frenéticamente en ideas como la sustitución de las importaciones que llevaba a enviar mensajes a los sectores productivos para sustituir con su producción lo que se importaba y le costaba tanto a los países. Era una visión proteccionista y keynesiana. Todos estos textos abogaban por un Estado más grande y la búsqueda de la igualdad a todo nivel.
Con el paso del tiempo, surgió la crisis de la deuda externa en varios de nuestros países, aparecieron los gobiernos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher y se planteó la necesidad de un ajuste regional a través de tratados de libre comercio y la adopción del Consenso de Washington que produjo transformaciones en el tamaño de los Estados. El muro de Berlín cayó y el fin de la historia no se presentó como lo describió Francis Fukuyama en un artículo académico y luego en un libro que desarrolló este argumento.
En ese momento, los debates entre igualdad y libertad arreciaron. En nuestra región eso se manifestó con la expedición de varias Constituciones. La de Brasil en 1988, la de Colombia en 1991, la de Perú en 1993, la de Venezuela 1999, las del Ecuador de 1998 y 2008, la de Bolivia de 2009, entre otras.
Para los igualitarios, era esencial que el Estado lo garantizara todo. La noción de responsabilidad fiscal no estaba en sus análisis. Los tribunales y las Cortes Constitucionales creyeron que con sentencias que otorgaban todo tipo de prestaciones a la sociedad, los países iban a resolver las desigualdades. No se pensaba en el origen de los recursos. Igual se vivían bonanzas de petróleo, gas y carbón. La maldición de los recursos naturales abrazó a nuestra región.
Las gentes se acostumbraron a creer que eso era permanente y los políticos llegaron al poder ofreciendo que siempre habría más y más. Era el concurso del gasto público y la corrupción. Nunca se pensó en la producción de la riqueza, sino en su gasto.
Allí quedó crucificada la libertad que hoy resucita con gobiernos como el del presidente Javier Milei o con autores como Agustín Laje que han puesto este debate en términos de " batalla cultural”. La libertad es el único camino para lograr la igualdad. Sin creación, ni capacidad de construir valor, una sociedad no se equilibra. Si el camino es la igualdad sin libertad, la respuesta es la pobreza y la perdida de la democracia.
De nosotros depende el camino. La respuesta estará en que la ciudadanía reconozca los falsos mesías y charlatanes que prometen todo con tal de quedarse en el poder como los viejos dictadores del siglo XX o detectar a quienes hablan responsablemente de administrar un país buscando la igualdad con estímulo a la libertad. En ese ámbito estará el dilema de nuestra región: democracia o dictadura.
* Ex fiscal general de la Nación
* Profesor del Adam Smith Center for Economic Freedom, Florida International University (FIU)