Ojalá la tercera sea la vencida. Cuando Matías Fernández llegó al Junior de Barranquilla, la hinchada fue en masa a recibirlo al aeropuerto. Un pasado afortunado del chileno fue traído al presente por los seguidores del equipo barranquillero a pesar de la advertencia que el tiempo había pasado y que venía precedido de lesiones tras lesiones. Dicho y hecho, fue un fiasco. Se fue con el bolsillo lleno.
Con Juan Fernando Quintero fue igual. Avión privado, guardaespaldas, alboroto, presentación en el Metro lleno de camisetas del Junior. Jugó 7 partidos, anotó 1 gol de tiro libre y después se lesionó. Y ni más. Se fue con el bolsillo lleno, también.
Ahora James Rodríguez. La hincha emocionada, como se esperaba. De concretarse los acuerdos que lo unirán al Junior, se convertirá en el la transacción más costosa en la historia del fútbol profesional colombiano.
El peregrinaje de James por los equipos de fútbol y su constantes faltas de empatía con los técnicos no han permitido que eche raíces en las ligas por donde ha transitado: Portugal, España, Alemania, Inglaterra, Catar, Grecia y Brasil.
Sin embargo, en los últimos tiempos supo reencaucharse en la Selección Colombia donde ha brillado convirtiéndose en el mejor jugador de la Copa América.
Cuando, por fin, James pudo haber entrado en razón para jugar con ganas y sin excusas, en el Rayo se encontró con Iñigo Pérez, un entrenador de 36 años, que lo rechazó desde su llegada.
La razón que esgrimió el tal Iñigo es que él no había pedido a James, que había sido un decisión del presidente y dueño del Rayo, Raúl Martín Presa para celebrar los 100 años del equipo. Y, en alguna rueda de prensa, dijo que no le gustaban los ídolos. ¿Qué tal que entrenara al Real Madrid, por ejemplo?
Siempre se ha dicho que la tercera es la vencida. Fernández, Quintero y ahora Rodríguez, el tercero…
Barranquilla
Miércoles 8 de enero, 2025