Desde que uso la razón como herramienta para ser y estar, la letra de esa canción que pregona con ritmos y voces alegres el famoso estribillo «año nuevo, vida nueva» se me ha asemejado siempre a una ilusión. Quizás por ser la felicidad un lugar común que habita en el imaginario humano, tal como los miedos… Tal como el cándido sueño de ver y atrapar estrellas fugaces.

Con la llegada de 2025, son muchas las expectativas. Queremos lograr lo que en 2024 o en años anteriores no se nos dio. Queremos sobrepasar los límites de nuestra propia ignorancia, y vencer a ese enemigo interior que “no nos deja avanzar”. Queremos romper récords que nunca antes pudimos. Queremos renovarnos en todas las formas posibles para que nuestra vida cambie para bien… Y, tal vez, ahí está el problema.

En desear tener lo que no tenemos o ser lo que no somos está el primer error del año. El mismo error que nos acompañará por siempre si no empezamos a aceptar con gratitud lo que existe en nuestra vida (bueno o malo), y a ver el futuro como el resultado de cada una de las decisiones que tomamos en el presente —que es hoy—, o como el misterioso devenir que encarrila o desvía nuestros propios planes, que no son ni tienen por qué ser los mismos del resto del mundo.

«El secreto del cambio es concentrar la energía en construir lo nuevo, en lugar de luchar contra lo viejo». Esta idea de Sócrates trasciende cualquier barrera que pongamos entre lo que somos y lo que proyectamos para los días venideros. Porque nuestra vida no puede convertirse en un estanque en el que nos dediquemos a depositar fracasos y frustraciones. Más bien, puede ser un camino abierto y dispuesto para echarse a andar con las nuevas cargas como señal de bendición.

Colombia cerró el 2024 con setentaiocho masacres. La última fue la de una familia completa: la del pastor de una iglesia evangélica de Aguachica (Cesar) que el pasado 29 de diciembre enmudeció a mediodía ante el ataque sicarial que acabó con los cuatro miembros de un hogar.

En Barranquilla, a escasos minutos de que finalizara el año, un atentado en Barrio Abajo dejó a una mujer muerta y a cinco personas heridas. Deseamos que la violencia en el país cese o cambie… Pero ¿de qué o quién depende que eso suceda?

«Nadie se baña dos veces en el mismo río», bien dijo Heráclito de Éfeso. La vida es cambiante, esa es su naturaleza. Mas no es el paso de un año a otro lo que hace el cambio.

Seguimos siendo los mismos, al tiempo que vamos dejando de serlo. Porque cada capítulo que protagonizamos es único, como único es el inicio y el final de toda vida.

@catarojano