Al escribir esta columna semanal pasa lo que pasa con cualquier afición, con el tiempo y la constancia se van puliendo las capacidades. Uno sabe que no alcanzará el nivel de los profesionales, pero se contenta con publicar cosas razonablemente bien escritas. El proceso se abrevia si se lee a los mejores con regularidad. Así como el guitarrista diletante invierte su tiempo escuchando a otros para mejorar su práctica, siempre repaso a varios columnistas que considero referentes. Esta es una relación no exhaustiva.

Gracias a un regalo de Von Furstenberg, descubrí a comienzos de este año al argentino Juan Forn, fallecido en el 2021. Sus extraordinarias columnas publicadas en el diario Página/12, que fueron reunidas en los cuatro volúmenes de Los Viernes, no dejaron de asombrarme por su alcance, y aunque son extensas, están escritas con gran habilidad. Todavía me pregunto cómo alguien puede saber tanto sobre tantas cosas. Las de Javier Marías, también agrupadas en varios ejemplares, brillan más por su técnica que por sus temas. Su manejo del lenguaje, algo que lastimosamente parece importar cada vez menos, constituye una lección magistral sobre el oficio. Por eso las releo con frecuencia, porque deja ver que la brevedad, que admiro, no siempre es la mejor respuesta.

Volviendo al reino de los vivos, son imperdibles las entregas de Arturo Pérez-Reverte en la página de Zenda Libros. Puesto que ya se la ha jugado casi toda, el autor está en ese envidiable momento de la vida en el que puede decir lo que quiera sobre quien quiera, y eso, cuando se hace bien, suele producir textos de gran valor. En ese mismo tono, más allá del bien y del mal, está Fernando Savater, que adorna semanalmente las páginas del diario digital The Objective. En su último compendio, Solo Integral, no sólo reproduce lo escrito, sino que lo comenta curtido por la actualidad. Un imitable ejercicio del que tomo nota, por si se me ocurre embarcarme en algo así.

En el ámbito nacional, varios autores merecen atención. Moisés Wasserman nos brinda su bienvenida sensatez, combinando didácticamente ciencia y opinión. Juan Esteban Constaín le imprime cierto humor a los jueves, de la mano de la literatura y de la música, mientras Thierry Ways es capaz de escribir por meses variaciones sobre el mismo tema con precisión y sin aburrir. Para tener un imprescindible asidero en lo local, conviene leer a Álvaro De La Espriella, a Nicolás Renowitzky, y hasta hace poco, a Jesús Ferro, que dejó un legado valiosísimo en este diario.

Al final, de todos ellos, y de otro buen puñado que no alcanzo a mencionar, se alimenta la vocación. Les seguiré aprendiendo.

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