Los demócratas y defensores de la libertad tenemos los desafíos de escoger un candidato de unidad que gane las elecciones de 2026 y de preparar equipos y programas para ejecutar de inmediato tras la victoria.
Porque el próximo gobierno va a enfrentar una policrisis y tendrá que hacerlo sin perder un día. Tanto porque resolver esas crisis simultáneas es fundamental como porque algunas no dan espera. No tendrá tiempo para aprender ni prepararse ni los famosos cien días que suelen concedérsele. Debe llegar listo, con claridad en los objetivos y en los planes de acción, y con el personal identificado y preparado para ejecutarlos.
En consecuencia, es indispensable que antes de asumir el poder se hayan hecho los acuerdos de representación política con los partidos y movimientos que harán parte de la coalición y se haya determinado con la bancada de gobierno la agenda legislativa y sus prioridades. Llegar a empezar negociaciones supondría un desgaste y una pérdida de un tiempo que no se tiene.
Trabajar y preparar las políticas, programas y planes de acción no admite demora. Y no es tarea sencilla. Por un lado, porque el próximo año será preelectoral y el primer semestre del 2026 serán el de elecciones, y los candidatos deben concentrarse en la campaña. Por el otro, porque la agenda de gobierno será sumamente compleja y amplia, con muy diversos y concurrentes frentes, y con pocos recursos para enfrentarlos.
En efecto, al próximo gobierno se le va a juntar todo: tendrá una grave crisis fiscal, una minero petrolera, otra eléctrica, una más en la salud pública, más el fracaso ya evidente de los procesos de paz, el desastre del narcotráfico y la debacle de la seguridad ciudadana.
Todo ello, además, con al menos dos factores adicionales en contra: primero, el desmonte sistemático de este gobierno de los equipos técnicos de los ministerios y departamentos administrativos y su reemplazo por personas incompetentes pero altamente ideologizadas, ha erosionado de manera muy importante la capacidad de planeación y ejecución del gobierno central. Además, muy probablemente el nuevo gobierno se enfrentará con frenos y saboteos internos. Segundo, el nuevo gobierno tendrá que lidiar con una oposición belicosa y que no dará cuartel. La izquierda ha demostrado ser pésima para gobernar pero muy eficaz para hacer oposición y perturbar. Sindicatos, indígenas y estudiantes que desde 2024 no solo han guardado silencio ante las atrocidades de este gobierno sino que lo han apoyado, seguramente volverán a las calles a hacerle tanto daño como sea posible a quien ocupe la Casa de Nariño.
No, no la tendrá fácil el próximo gobierno. Al revés, tendrá que enfrentar una policrisis como ningún gobierno en Colombia ha sufrido desde la segunda guerra mundial. Y tendrá que hacerlo en circunstancias económicas, políticas e institucionales muy adversas y sin tiempo para aprender o prepararse. El Presidente entrante, cualquiera que sea, debe tenerlo claro y organizarse con precisión y detalle. La reconstrucción del país lo exige. Nos jugamos el futuro.
@RafaNietoLoaiza