Las cifras sobre el uso de los medios de transporte público divulgadas en el informe de calidad de vida elaborado por Barranquilla Cómo Vamos son llamativas. Según datos obtenidos por el Dane en su encuesta de transporte urbano (ETUP), consignadas en el mencionado informe, a partir de un máximo anual de 72 millones de pasajeros transportados en el último trimestre del año 2018, en el área metropolitana se ha venido experimentando un descenso sostenido que por ahora llega hasta 45 millones en el segundo trimestre del 2024. Una pérdida de pasajeros que ronda el 37% y que no puede pasar desapercibida para las autoridades responsables.
El asunto no es menor. Con menos personas utilizando los medios de transporte público, éstos se hacen insostenibles, forzando evidentes deterioros en los niveles de servicio y la proliferación de alternativas sin regulación adecuada que terminan por generar situaciones de riesgo, desorden y poca confianza. Dado que no hay datos que demuestren un descenso tan notable en la población y que el trabajo remoto no se ha impuesto de forma generalizada, es sensato suponer que esos usuarios que han salido de los registros siguen teniendo necesidades de desplazamiento. Las cifras indican, por lo tanto, que esas necesidades están siendo resueltas de otra manera.
Una parte de esa población «perdida» habrá logrado adquirir un carro o una moto, sin embargo, no hay evidencia de un aumento en el parque automotor que explique un cambio tan significativo. Otra parte quizá haya decidido comenzar a desplazarse en bicicleta, pero no creo que sea un fenómeno generalizado. Tal parece que el mototaxismo, los llamados colectivos y los servicios prestados a través de algunas plataformas digitales, que siguen relativamente fuera de control, continúan haciendo una gran mella en los intentos por contar con un transporte público digno y confiable.
Una ciudad que pretenda ser sostenible, o una «biodiverciudad», como Barranquilla lo ha manifestado, no puede permitirse la torpeza de perder el manejo de su transporte público, cayendo en la informalidad. Aunque los bienvenidos anuncios de renovación de la flota de Transmetro son una buena señal, hace falta un compromiso más decidido. No hay noticias de mejoras de infraestructura ni de proyectos concretos que indiquen un rumbo en ese sentido. Dadas las duras cifras, el esfuerzo debe ser mucho mayor y se reclaman acciones. Lo cierto es que con los datos que el informe de Barranquilla Cómo Vamos ha revelado, no parece posible entender nuestra ciudad como ejemplar en su manejo ambiental, ni como referente válido, no del todo. Nos hace falta mucho todavía.