Vicky Dávila destapó su aspiración presidencial. Petro y Claudia López, en el afán de minar su credibilidad y la legitimidad de sus denuncias, la acusaron sistemáticamente de tener motivaciones políticas y, por esa vía, la graduaron como su mayor contradictora. Fue inevitable que cada vez más personas vieran en ella una líder capaz de canalizar el creciente descontento.
Es una candidata muy fuerte. Es una outsider y los ciudadanos que vienen votando por fuera de los partidos crece en cada elección. Encarna, sin ambigüedad alguna, un mayoritario sentimiento ciudadano antipetrista y antilopista. Ha dado muestras inequívocas de carácter, aguantando los ataques de la izquierda sin dar seña de debilidad. No tiene rabo de paja ni una gestión pública criticable. Puede mostrar una carrera impecable de compromiso en la lucha contra la corrupción y la violencia. No tiene el desafío de reconocimiento y de construcción de imagen que sí tienen muchos políticos. Cuenta con las redes sociales más fuertes después de las de Uribe y Petro. Es una formidable comunicadora, con capacidad de hablarle a los empresarios y los estratos más bajos con la misma efectividad. Y tiene amplia experiencia en el debate. Es mujer y es carismática, de trato amable, sencillo, alegre. Y su historia personal, de superación a pulso, es muy atractiva.
También tiene algunas debilidades. Una, la identificación que algunos hacen con los Gilinski. Se equivoca quien crea que será marioneta de nadie. Otra, su familia política. El clan Gnecco tiene una merecida mala fama. Pero para ser justos hay que decir que su marido es un médico prestigioso que jamás se ha metido en política o en los negocios de su familia. Finalmente, a Vicky la acusarán de no conocer suficientemente el Estado. Es una lectura parcial. Su trabajo de treinta años como reportera política y como directora de medios, recorriendo, además, buena parte del país, le dan una visión global de los problemas y necesidades ciudadanas como no tiene la inmensa mayoría de los políticos. Vicky tendrá que estudiar a mayor profundidad las soluciones para los grandes problemas nacionales. Y tendría que apoyarse en personas con experiencia en la gestión pública y en expertos. No tendrá mayor problema en hacerlo.
Vicky debe evitar enzarzarse en discusiones personales a las que la van a tentar tanto sus enemigos políticos como algunos colegas envidiosos. No puede permitir que los partidos tradicionales intenten cooptarla. Mantenerse alejados de ellos es vital. Esas compañías pueden quemar. Tres, desdibujarse en sus posiciones para complacer distintos potenciales electorados. No es su carácter, pero recibirá presiones para que lo haga.
Finalmente, Vicky tendrá que ser capaz de trazar una ruta de encuentros y puentes, oportunos, prudentes y sin desdibujarse, con quienes más adelante serán sus compañeros de viaje en un proceso de unidad del centro a la derecha que es indispensable para ganar en el 2026. Ni a ella ni a ninguno les alcanza solos y Vicky necesitará bancadas amigas en el Congreso. La unidad es indispensable tanto para triunfar como para reconstruir el país.