Estoy en mora de comunicarme con el señor rector de la Universidad del Atlántico con el fin de plantearle la posibilidad de una intervención desde la psiquiatría a un fenómeno que sucede en el claustro académico y en nuestra sociedad con el aumento del número de suicidios, especialmente en jóvenes y estudiantes universitarios.

Debe ser antes de que finalice este mes de septiembre de prevención del suicidio, en especial porque alumnos y directivos han sido testigos de actos en los que estudiantes se han quitado la vida lanzándose al vacío en sus instalaciones.

Ante hechos tan graves, la universidad debe dar una respuesta a la altura de las circunstancias y exigencias, lo cual sólo puede lograrse con un plan ambicioso para abordar el fenómeno psicológico, sociológico y económico que se desencadena en cada acto suicida.

Lo primero debe ser un diagnóstico de la salud mental del estudiantado mediante encuestas para la detección de síntomas predictores del riesgo suicida, las cuales permiten un perfil básico de cada uno. Se clasifican y se organizan según el riesgo para hacer las derivaciones a psiquiatría y psicología.

Paralelamente se realiza psicoeducación al estudiantado en general para explicar toda la dinámica que hay alrededor de un suicidio e ir preparándolos para lo más importante que debe surgir de todo ese proceso: convertirse en multiplicadores de la información en la comunidad mediante brigadas o equipos que recorran la ciudad en una campaña para prevención del suicidio en sus cuatro puntos cardinales. Sería el mejor homenaje que se les podría hacer desde la universidad a los estudiantes que se quitaron la vida.

Este año, para concientizar acerca de las reales dimensiones del suicidio, la Asociación Internacional para Prevención del Suicidio se planteó como lema “Cambiar la narrativa”, con el fin de hacer énfasis en ampliar la visión para acabar con barreras como el estigma al acto suicida y crear una cultura de comprensión y apoyo para su prevención. El acto suicida no es una vergüenza, es la exoactuación de un gran dolor psíquico sobre el cual se perdió el control.

El lema le cae como anillo al dedo a la situación en la Universidad del Atlántico porque le permite a sus directivos elaborar un plan psicoeducativo a la comunidad citadina y del departamento que ayude a cambiar el discurso negativo acerca del suicidio y del suicida, por una narrativa que la población pueda entender y le brinde herramientas para detectar y organizar la ruta a los puestos de información que la universidad tendría distribuidos por la ciudad para guiarlos hacia la atención especializada.

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