Contra lo que muchos técnicos vaticinaban, para que de la cancha moscovita saliera un perdedor llamado Colombia, el equipo de nuestro país estuvo a punto de ganarle a Inglaterra, y no digamos que, a punto, sino ciertamente éramos ganadores del partido.

Un hálito de sospechas para conseguir determinadas victorias tiznadas por la picardía y la mala fe sacó a los ingleses de ganadores cuando no lo eran. Un árbitro sancionado con seis meses de suspensión el año anterior por mal arbitraje, lo rehabilitan para esta ocasión del partido entre Colombia e Inglaterra, y luego vemos que “le sirvieron el plato” para que apuñalara al equipo colombiano y le diera vía libre al equipo de su misma lengua.

Nos identificamos plenamente con Maradona, quien trató abiertamente de pícaro al árbitro americano sin que hasta ahora se identificara las andanzas de este arbitrillo; nadie pudo ver en la televisión el penalti que éste pícaro sancionó a favor de los ingleses.

Desde luego que no podemos justificar a estos dos cobradores de pena máxima de Colombia -Uribe y Bacca- un par de buenos jugadores, pero a quienes una responsabilidad muy grande parece que les desarreglara el estómago, como todos lo vimos botando los dos penaltis que nos hubieran dado la victoria.

Pero no insistamos en lo que hicieron este par de maulas convertidos en paquetes por el miedo, para seguir desechando sus actitudes cobardonas y entremos a elogiar la magna figura de Yerry Mina, el defensa central que cuando Colombia va a cobrar un córner, se viene a la zona técnica para fajarse con el portero que le toque, y a quien venciera tan magistralmente en tres ocasiones.

Pero volviendo a las dos o tres ocasiones que Colombia tuvo para ganar, hemos resaltado la actitud del técnico argentino José Pékerman, que nunca la emprende contra los árbitros, porque es un hombre que sabe respetar lo que otros tienen en sus funciones, pero ésta vez no quiso contenerse, y responsabilizó al árbitro, creando una situación infame para aplicarle a Colombia un penalti inexistente.

Visto está que en fútbol no se gana por merecimientos totales, sino con la ayuda inevitable y constante de los árbitros, si había un país que debió haber salido perdedor de la cancha moscovita, ese no era otro que el americano vagabundo designado sospechosamente, luego de una merecida sanción aplicada por la Fifa.