Una cosa es decirlo y otra es vivirlo. Y por más que busco palabras para describirlo, me siento incapaz de trasmitir todo lo que experimenté y pude apreciar durante unos días de vacaciones en Manizales. Sobre todo por lo tan diametralmente opuesto a lo que es Barranquilla. Pero procuraré retratar con palabras lo que es esta bellísima ciudad del eje cafetero. Fue un corto viaje en el que me encontré con que no es necesario ir a Europa para conocer una ciudad con características muy similares a cualquier población de Suiza. Y créanme que no exagero. Su topografía quebrada es aprovechada para destacar un diseño urbano muy pintoresco, que permite apreciar la construcción de edificaciones muy modernas e iglesias clásicas de singular belleza. Su malla vial es impecable, con modernas avenidas y autopistas dotadas con pasos a desnivel y túneles urbanos. No encontré un solo hueco en sus calles, con bordillos y andenes en perfecto estado de conservación y una vegetación exuberante con hermosos jardines y enormes árboles. No hay la menor duda que su clima ayuda para su mantenimiento, pero esto es complementado con una cultura ciudadana envidiable, con un comportamiento único en Colombia, diametralmente opuesto al de nuestra ciudad.

El tráfico es fluido y se conduce a mayor velocidad que por acá, sin abandonar su carril, y si lo hacen utilizan siempre el direccional. Los buses solo por el carril derecho. Nadie pita, y cuando lo hacen es una pitada muy corta para agradecer a otro conductor un gesto amable. Como el tráfico es silencioso, cuando sentí un mini pitazo me explicaron la razón del mismo. Ni un solo carro de mula en sus calles y hasta sus motociclistas respetan las reglas y el orden al conducir.

Una de las conductas que más me impactó fue la de apreciar que absolutamente todos los conductores de vehículos particulares y públicos frenaran al apreciar a un peatón en la acera, esperando atravesar la calle por las conocidas cebras. Es ese un comportamiento tan normal que ningún peatón lo agradece al conductor, simplemente es una manera amable de conducir que hace parte de la forma de ser de sus habitantes. Ciudad limpia, sin un solo papel o basura en sus calles, andenes o zonas verdes. Solo vi un pequeño vaso de icopor que era empujado por la suave brisa, y para mi asombro el primer peatón que pasó lo recogió.

Muy difícil describir su impecable centro histórico y comercial, con edificaciones de bella arquitectura de variadas épocas y estilos. Almacenes, bancos, pequeñas y acogedoras cafeterías, prácticamente sin vendedores estacionarios o ambulantes. Manizales cuenta con un par de zonas rosa muy divertidas, con restaurantes de primer nivel, bares y discotecas, así que no se trata para nada de una ciudad aburrida para los que gustan de esos planes. Pero Manizales no es solo la ciudad en sí, es todo su entorno rural, rodeada del bellísimo paisaje cafetero con hermosas fincas de variados cultivos y viviendas tradicionales con todos los servicios.

Y aún con todo lo que aquí he descrito, lo más bello y especial de Manizales es su gente cordial, amable, educada y siempre dispuesta a ayudar. Definitivamente no es necesario viajar al exterior para lograr un destino tan especial. Lo tenemos aquí mismo, en la capital de Caldas.

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