Hace 240 años Adam Smith percibió que todo intercambio de bienes, si se realiza libremente, es de mutuo beneficio por definición. Y en La riqueza de las naciones señaló que aranceles, cuotas, controles de precio, monopolios, licencias y, por supuesto, la esclavitud, hacen parte de un indeseable inventario de restricciones a las libertades económicas. En el caso de la reciente y súbita imposición de aranceles del 25% al acero y 10% al aluminio por parte de los Estados Unidos, los primeros damnificados fueron los consumidores de su propio país, pues los productores locales subieron los precios tan pronto se confirmó la noticia.

Para Colombia el hierro, el acero, el aluminio y los productos de estos perdieron los beneficios de la desgravación acumulada gracias al TLC entre los dos países, cuyos aranceles ya se habían reducido a cero o estabilizado. En el 2017 exportamos 600 millones de dólares en hierro, acero y sus derivados y 235 millones en aluminio y sus manufacturas. El 28% del agregado tuvo como destino Estados Unidos. Pero el impacto no se limita a las exportaciones a este. La restricción de acceso al mercado de EEUU generará una desviación del comercio de millones de toneladas, que tendrán que competir por mercados alternos. Los exportadores colombianos no solo perderán gran parte del mercado norteamericano sino que verán reducidos los precios. Adicionalmente, las retaliaciones chinas no se hicieron esperar y la Unión Europea ha amenazado con hacer lo propio, inyectando una perniciosa dosis de incertidumbre a la economía globalizada.

El principal argumento esgrimido por EEUU, que fue dirigido a China, es el de “la seguridad nacional”. Argumento que no le aplica a Colombia, cuyas exportaciones son inferiores al 1% de las chinas. Entre los países excluidos de los nuevos aranceles están Brasil y Argentina, mayores exportadores que Colombia y que no cuentan con un tratado de libre comercio. La no exclusión de Colombia constituye un claro incumplimiento del tratado vigente. Se especula que este inesperado tratamiento se deriva de presuntos incumplimientos por parte de Colombia. Pero para ello existe el mecanismo de solución de controversias que puede ser activado, por ambas partes, sin que ello signifique “demandar el acuerdo”. Por el contrario, sería actuar dentro de lo previsto en el mismo.

En el caso del departamento del Atlántico, las exportaciones a Estados Unidos tuvieron un destacado crecimiento en los últimos tres años, pasando ese mercado a representar el 40% de las exportaciones del hierro y acero y el 60% de las de aluminio. Estamos concretando nuestra vocación de “capital del TLC”. Vocación dada por nuestra ubicación. Ubicación que hace que los productos pesados y voluminosos, así hayan dejado de ser glamorosos, sean aquellos donde tenemos una clara ventaja logística comparativa. Hay grandes inversiones en juego. Las empresas que se ubican aquí tienen como principal objetivo los mercados externos y deben ser prioritarias en esta coyuntura.

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