La defensa más fácil que le tocó al campeón mundial de las 140 libras, Antonio Cervantes ‘Kid Pambelé’, fue lograda sobre un argentino, que fue la presa más fácil para ser volteado en un dos por tres. Se llamó Carlos Giménez.
No se conocía hasta entonces un retador de tan baja calidad como la de este púgil argentino. Su mediocridad corría pareja con su bajísima calidad de desafiante. Sin embargo, no se conocía en todo el orbe pugilístico una víctima tan propiciatoria como éste argentino, que no pudo colocarle al Pambelé un solo golpe que pudiera calificarse como tal.
Pero antes de combatir, el hombre parecía todo un campeón, pero con la boca. Había que ver los aires de campeón mundial que exhibía en los salones del hotel Tequendama el supuesto desafiante de las 140 libras.
En la reunión de visitantes y deportistas que suelen presentarse en estos casos, el hombre empezó a dar muestras de la pedantería que lo respaldaba. En aquel salón del Tequendama entró una llamada telefónica procedente de Buenos Aires; la hicieron los jugadores de un club de fútbol preguntando por el desafiante; este de inmediato tomó el auricular y les dijo a los jugadores: “aquí habla el campeón mundial peso welter”. Los futbolistas quedaron desconcertados con el autopronóstico del desafiante, quien afirmaba “aquí les habla el campeón mundial”, una y otra vez; “no queremos hablar con Pambelé sino con el argentino Giménez”, y finalmente no hubo entendimiento.
Otra muestra desconcertante originaria de lo que se creía el pugilista era cuando este reafirmaba una y otra vez que ya era el campeón mundial sin haber subido al ring.
La pedantería de este argentino llegó en otra llamada telefónica, donde un abogado y juez civil de Argentina, que había llegado a Bogotá para ver la pelea, pidió que le pasaran al boxeador gaucho, era un juez que había sacado de la cárcel siete veces a este boxeador bronquista, pero vamos a ver que cuando el juez entró en contacto telefónico con el púgil, este desconcertó y desmoralizó por completo al funcionario, diciéndole: “pero qué pasa, ahora que seré el campeón mundial vienen los inoportunos a molestar”. Olvidándose este desagradecido de las veces que el juez lo había sacado de la cárcel.
Por fin llegó la pelea y este argentino, más desagradecido que un gato barcino, se dio cuenta con el primer campanazo que con el que se había enfrentado era todo un campeón. ‘Pambelé’ comprendió que frente a él lo que había era una anchoba y lo fue sobrellevando durante varios rounds para liquidarlo más adelante.
Pero el argentino comprendió claramente que allí no tenía él el más mínimo chance, y en el quinto o sexto round le dijo a sus ayudantes que lanzaran la toalla porque él no tenía oportunidad ninguna frente a ‘Pambelé’, finalizando así un amago de pelea que no tenía sentido.