Cuando apenas faltan 61 días para la primera ronda de elecciones para escoger presidente y vicepresidente, más que en plataformas políticas y programas de gobierno me concentro en lo que el inconsciente hace en la mente de todos y cada uno de nosotros: dispara desde distintos niveles y produce todo tipo de pensamientos positivos y negativos. Parto de que nuestro inconsciente es una grabadora de todo lo que perciben nuestros cinco sentidos y desde ahí trato de entender lo que pasa por la mente de los candidatos de centro fundamentales, Fajardo y De La Calle, porque Gustavo Petro es claramente de izquierda, aunque cabe perfectamente en una nueva alianza con los verdes y los liberales y todas las corrientes que ya vienen sumadas de alguna forma a esas dos grande banderas.
Digo que trato de entender qué sentimientos o emociones manejan en este momento estos candidatos, porque es lo que definirá en últimas si en mayo hay tres candidaturas sólidas para ocupar la Casa de Nariño o si tendremos al frente un tarjetón con cinco opciones, cuyos resultados serán aplastantes para esa inmensa cantidad de colombianos que queremos una presidencia de centro balanceada, que permita y acepte la existencia de todos los matices políticos, desde la extrema derecha a la extrema izquierda, sin señalamientos y menos aún persecuciones a quienes piensen distinto y lo expresen públicamente, como lo enseña la democracia.
Muchos de esos ciudadanos nos hemos congregado alrededor de una convocatoria iniciada por la periodista Patricia Lara Salive, que ya hicimos nuestra, y seguimos pidiendo a Humberto De La Calle y Clara López, Sergio Fajardo y Claudia López, y, Gustavo Petro y Ángela Robledo, que depongan sus aspiraciones personales, dominen la soberbia (es duro ser declarado candidato y luego bajarse del bus) y se sienten a definir una sola candidatura, con el compromiso nuestro de salir en masa a votarla y así darle balance, ponderación a la vida política del país que, de otra forma, corre el peligro inmenso de desplomarse en la segunda vuelta hacia cualquier extremo, que es de donde suelen salir las dictaduras.
Y ahí entramos en el dominio de la capacidad que tenga cada uno para desechar lo que las emociones del inconsciente le dictan y utilizar el pensamiento claro de la mente bajo control y no del ego. No es fácil, exige la virtud de anteponer la patria a los sueños personales que coronan la construcción de una vida política, pero es la única forma de que entre todos nos demos el chance de salvar la paz, imperfecta, que se firmó con las Farc y estamos en trance de alcanzar con el Eln y con reductos hostiles de todo pelaje, paz que ya ha mostrado que salva muchas vidas y abre el camino de la esperanza para reconstruir un país que lo tiene todo para salir adelante y permitir a sus habitantes alcanzar el bienestar en uso de derechos humanos inalienables, aún inexistentes para muchos.
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