Otelo, el moro de Venecia no es la obra maestra de William Shakespeare, pero sí su mejor obra dramática. Es un juego de ajedrez que se deja dominar por su antagonista, quien a través de su astucia le hace jaque mate al protagonista. Yago logra un resultado casi perfecto: destruye a Otelo, un hombre honesto. Sus herramientas son su inteligencia y la capacidad que tiene para manipular a todos los personajes de la obra. Las calumnias e injurias son sus armas maestras. Yago es uno de los grandes personajes de la literatura y representa a varios de los líderes populistas de la contemporaneidad.
La posverdad siente fascinación por los Yagos y desprecia a los Otelos. La tendencia política mundial es generar emociones en lo ciudadanos, mentir hasta conseguir que salgan a votar “emberracados”. Crear controversia, meter cizaña, polarizar, introducir matices de xenofobia, jugar con la fe y alimentar el odio son los ingredientes para lograr la receta esperada: subyugar las clases inferiores ante el poder.
En Colombia, la moda populista continúa en furor. Los supuestos líderes de los partidos tradicionales acarician las malas mañas de la posverdad. Enredan a los ciudadanos con mentiras y calumnias. Comprenden sus miedos y los incrementan. La desgracia de Venezuela es lo mejor que le pasó a la derecha colombiana. Sabotear el proceso de paz, escudándose en la hipócrita defensa hacia la víctimas y en el castrochavismo, resulta mezquino aunque les funciona.
Trataron de hundir las 16 circunscripciones de paz que les dan voz a las víctimas y a los sectores rurales en el Congreso. Como siempre, los conservadores, Cambio Radical y el Centro Democrático descuartizando lo poco que queda del Acuerdo, lo poco que realmente beneficia a las víctimas. Aún así consiguen votos inventándole a los ciudadanos que estamos a un paso de ser Venezuela y que la impunidad es imperdonable. Esa misma que defienden para lo que les conviene. La realidad es que lo que menos les interesa son las víctimas y la justicia.
Mientras el proceso de paz se mantiene gélido y la actitud frívola de los políticos colombianos envuelve a los ciudadanos, congresistas como María Fernanda Cabal afirman sin ningún tipo de vergüenza que “la Masacre de las Bananeras es un mito histórico y que lo del Palacio de Justicia no son desapariciones forzosas porque ya están apareciendo”. Tremenda falta de respeto hacia las víctimas. Inaceptable manipulación de la historia. Burla descarada a la memoria y la verdad.
La psicología con la que Shakespeare jugaba en cada uno de sus personajes se refleja a la perfección en esta actualidad delirante. Estamos llenos de Yagos, de líderes que no son líderes sino una farsa populista a la que llaman posverdad para que suene trendy y no tan grave. Mentira: esa es la única palabra que cabe en esta contemporaneidad sinvergüenza.
Y como afirmó Yago en el final del primer acto: “Así hago siempre de un imbécil, mi bolsa. (…) Para conseguir su puesto y dar libre vuelo a mi venganza por una doble bellaquería… ¿Cómo? ¿Cómo?... Veamos… El medio consiste en engañar”. En este caso la bolsa somos nosotros… los ingenuos ciudadanos.
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