Piel de gallina es poco. La emoción estremece el cuerpo y te abrazas y chocas tus manos con vecinos que jamás has visto. Y te dan ganas de estar en esas curvas del estadio saltando todo lo que cantan Los Cuervos y el Frente rojiblanco, y de coger un tambor de esos y tocarlo como lo tocan ellos dando un concierto que no tiene nada que envidiar a los mejores del país. Y de pronto te encuentras saltando como brinca todo el estadio, contagiado de toda una experiencia que por muchas excelencias que hayas vivido con el Barça de tu alma no resultan comparables a esta que vives con el Junior de tu corazón. “Junior de mi vida/dame una alegría/quiero ser campeón. Sabes todo lo que siento/yo te llevo adentro de mi corazón”. Y resulta que Junior llega y te complace, y te da esa alegría que su afición le está pidiendo, y sale campeón. Y ves a tanta gente, vestida de rojiblanco, con una sonrisa de oreja a oreja, con ganas de hacer eterna la noche, esa noche inolvidable, que será recordada como una más de la historia de este club tan amado. Y uno, que solo había vibrado en Barcelona con los títulos de Junior a través de la voz de Édgar Perea gracias a las cintas grabadas por el viejo Julio, o por los comentarios del entrañable Fabio Poveda Márquez en una de sus visitas a Europa, acaba tan ensimismado como invadido por un torbellino de emociones apasionantes. Y tengo la sensación de que cada vez que pase por el Metropolitano sentiré el zapatazo de Jarlan que inauguró el marcador y me recrearé con el exquisito toque de Teo para cerrar un triunfo de un Junior que enamora. Y estoy convencido que cada vez que tome la circunvalar o Murillo resonarán las canciones de amor que toda esa gente que ocupa las gradas detrás de las porterías canta con tanta pasión. Y se despierta uno con ganas de repetir la canción que la prima Claudia, que se hace llamar la Juniorista Carnavalera, te ha enviado: “Es un problema de difícil solución, porque eres Junior mi pasión en esta vida/Eres el equipo que yo siempre amaré así le guste o no a mi familia”. Y termina uno pensando a quién diablos de la familia no le gusta Junior, y al final encuentra, como en todas las buenas familias, un Luchito que es del Nacional. Pero qué más da. Hoy la fiesta es nuestra. Ayer, hoy y mañana la felicidad está instalada en Barranquilla, viste de rojiblanco, algunos la llaman ‘tu papá’, la conocen por los ‘tiburones’, se gestiona en el Metropolitano, se comienza a vivir en el sur, y acaba recorriendo todas las venas de la ciudad. Es una felicidad que arranca lágrimas al mismísimo Julio Comesaña. Es Junior en su esencia, esparciendo el perfume de la felicidad a toda su afición. Ofreciendo esa alegría reclamada para seguir enamorado de él. O simplemente, para sentirlo más en tu corazón.