Mucho se ha hablado sobre el comportamiento y filosofía de los millennials. Lo que sí se puede afirmar con toda certeza es que se ha cambiado la mentalidad de trabajador a emprendedor.

Los de mi generación (1982 segunda serie, edición especial) fuimos criados con el propósito de trabajar para una multinacional. Nuestras metas eran, o siguen siendo, ser ejecutivo de P&G, CocaCola, Nestle, entre otras. Para la mayoría de nosotros montar una empresa era visto como un fracaso ante la posibilidad de encontrar un empleo de renombre.

Hoy en día todo es distinto, ser emprendedor está de moda. Son más respetadas las personas que se arriesgan a cumplir sus sueños antes que trabajar para los de alguien más. Los jóvenes de hoy estudian lo que necesitan para desarrollar sus productos y dedican su tiempo exclusivamente en lo que los lleve a ganar una mejor posición en el mercado. Como resultado de esto, observamos viveros de empresas ágiles y dinámicas, cuyos propósitos son crecer sosteniblemente y, por qué no, convertirse en los nuevos unicornios.

No solo ha cambiado la mentalidad de los nuevos empresarios. También ha cambiado la forma cómo nacen las empresas. Para los emprendedores modernos los primeros puestos de la lista de prioridades están ocupados por la validación comercial de sus productos, y casi al final de esta lista se encuentra la tramitología y formalización de la empresa. Es aquí donde la regulación frena el crecimiento empresarial.

El proceso de formalización de una empresa en nuestro país sigue siendo tortuoso y lento, y como si esto fuera poco, la inestabilidad institucional nos lleva a constantes cambios en las regulaciones, lo que obliga a los gerentes a cambiar su rol de estratega, por uno de apaga incendios, desarrollando tareas preventivas ante las posibles violaciones de las nuevas normativas.

Cuando para montar cualquier tipo de empresa en Colombia es fundamental contar con un abogado y un contador se puede concluir que la regulación no es clara y las instituciones son ineficientes. Se debería repensar la estructura y orden de los procesos y trámites para formalizar una empresa y para esto se debería entender cómo están pensando los nuevos empresarios. En últimas, la formalización debe ser una herramienta de apoyo a la empresa y no un pretexto para cerrarla.

*Profesor del IEEC, Uninorte. Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad exclusiva de los autores y no comprometen la posición de la Universidad ni de El Heraldo.