Se encuentra ampliamente documentado desde las ciencias sociales y médicas, que los dictadores más repudiados de la humanidad padecían enfermedades relacionadas con su salud mental. Lo cual permite sacar un perfil patológico de las personas con adición al poder que llegarían a ser verdaderos dictadores.
El dictador tiene un aparente toque de idiotez, la cual es altamente contamínate para quienes le siguen, llevándolos a estados irracionales que les separan de la realidad, convirtiéndolos en verdaderos idiotas.
El dictador tiene gran capacidad y facilidad para mentir, su capacidad histriónica es de tal calidad, que logra moldear el comportamiento mental de sus seguidores, hasta el punto de creerse que solo su dictador tiene la verdad revelada.
El dictador siempre habla de amor, patria y democracia, para vestirse de piel de humanista. Sin embargo, para perpetuarse en el poder asesina, monopoliza los poderes públicos y utiliza los medios más deleznables. Enrique VIII se casó seis veces, decapitó a dos de sus esposas, separó a Inglaterra de la Iglesia Católica para casarse locamente enamorado de Ana Bolena, a quien mato tiempo después, y puso en el cadalso a todo aquel que osó a cuestionar su poder, incluido al filósofo Tomás Moro.
El dictador sufre de paranoia se siente perseguido y traicionado por todos inclusive sus más cercanos seguidores. Stalin mandó fusilar a su guardaespaldas por arreglar el crujido de las botas que delataba su presencia.
El dictador es obsesivo, egocéntrico y mesiánico, se siente el más iluminado quien todo lo sabe y puede, enfermedades que le impulsan a procurar los “intereses superiores de la patria”, lo cual se desmiente cuando se revisa su patrimonio y el de su familia.
El dictador es histérico, esquizofrénico, con tendencias edípicas, su principal arma es la seducción y el atractivo físico: canta, baila, cocina, monta, practica deportes extremos, dispara, habla bonito y hasta declama, entre otras prácticas excéntricas de seducción; con el objeto principal de enmascarar su personalidad: tensa, irritable y neurótica. Así fue diagnosticado Hitler: “un psicópata neurótico”.
El Dictador ampara su desaforado apetito de poder en la fuerza pública, privilegiándoles en la gestión de su gobierno, con el objeto de granjearse su lealtad y garantizar el sometimiento del pueblo con las armas.
El dictador potencializa el síndrome de Hybris, presenta estados de euforia, irritabilidad, poco sueño, exceso de autoconfianza, negación de la realidad, distracción y otros que acaban haciendo que gobierne sin atender ningún consejo y de una forma narcisista. ¿Conoces algún dictador y/o a alguien en potencia de serlo?