Vea, pues. Le robaron a Fidel Bassa en Roma.
No importó que fuera ex campeón mundial de boxeo, ni que, siéndolo, ganara 22 de sus 24 combates, ni que de chico una inspección de Policía le hubiera multado la mano para que no le pegara a los pelaos del barrio.
Mientras buscaba la bendición papal, los ladrones rompieron el vidrio del carro y se llevaron sus pertenencias.
Bassa, fortachón y de buena musculatura, entregó su confianza a los europeos. Creyó, como muchos, que solo roban en El Retén, Magdalena.
Me pasó en los años 90. Viajaba en tren de Frankfurt a París con un paquete de manimotos y discos de Alejo Durán para un cónsul amigo.
El contraste fue enorme. Mientras el territorio alemán era próspero y desarrollado, el francés lucía empobrecido. Uno de los compañeros de travesía dio las cifras de crecimiento económico y equidad. Alemania, palabras más palabras menos, era el rico de Europa; los demás países eran pobres y de mala cabeza.
Con todo estábamos relajados, e inspirados por la inminente vista de la torre Eiffel.
En una de las paradas se embarcó un muchacho de buena apariencia, que parecía no entender lo que decíamos.
Bastó que fuéramos por unos minutos al restaurante para que todo sucediera.
De regreso no estaba el muchacho. Tampoco nuestras maletas.
En principio buscamos en los otros vagones creyendo haber equivocado los colores, pero todo fue en vano.
Por eso entiendo a Fidel Bassa. La angustia no es solo por lo que perdió sino por la ingenuidad manifiesta. Da rabia que uno se cuide en las calles de su ciudad natal y que entregue la edad de su inocencia en un lugar lejano. Peor, que la gente hable mal de la urbe de uno y endilgue cualidades que no tienen las de otros.
El refrán lo dice: no hay cuña que peor apriete que la del mismo palo.
Bassa tiene que saberlo ahora. En la lista Mercer, una de las consultoras en recurso humano más importantes del mundo, figuran 15 ciudades europeas entre las más inseguras del mundo. El estudio es interesante porque mezcla factores políticos, económicos y sociales en un coctel que además incluye corrupción y cumplimiento de la ley.
Así resulta un ranking de 250 ciudades. Allí aparecen Kiev, Belgrado, Atenas, Sofía, Budapest, Madrid, Barcelona, Zagreb, Bucarest, Belfast, Varsovia, Londres, Bucarest y, por supuesto, París y Roma, que acusan complejas realidades de desempleo, tensión por las migraciones, descomposición social, vandalismo, pobreza extrema y terrorismo.
Hoy pienso que mi aventura en el tren es la responsable de las ventas que registra en Europa el maní recubierto con harina de trigo. Y que el savoureux que gritan algunas bandas francesas es el mismo “sabroso” del negro Alejo.
Quién sabe qué tenía Fidel en el maletín que le robaron y qué quedará de esa experiencia. Pero ya podemos explorar una reflexión, a la manera del antiguo pescador magdalenense: muchos pescados tienen espina y la mala fama la carga el bocachico.
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@AlbertoMtinezM