Nereo López sin disputa alguna es uno de los fotógrafos más representativos de Colombia del siglo XX y XXI. Su historia comienza desde 1920 cuando nació en la ciudad de Cartagena de Indias. Desde su juventud se trasladó a Barranquilla donde inició su carrera de administrador de salas de cine.
Pero por una casualidad del destino a sus manos llegó una cámara fotográfica con la que comenzó a practicar la fotografía, aunque realmente fue su éxito como administrador lo que lo catapultó al cine de Barrancabermeja, una ciudad que despertó su interés por documentar las actividades del puerto fluvial y la navegación por el río Magdalena.
Esto fue hasta el día que se encontró con su viejo amigo, el escritor Manuel Zapata Olivella, quien halló en un viejo baúl de su vivienda lo que él consideró un tesoro de imágenes.
De regreso a Bogotá, recomendó su trabajo a la revista ilustrada Cromos en la que no dudaron en contratarlo como corresponsal fotográfico. En su trayectoria como fotógrafo profesional se inclinó más por las actividades lúdicas, laborales o religiosas, con un sentido de la estética que lo mantiene como uno de los pioneros de esta modalidad en toda Colombia.
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Pero cómo supo el escritor Eduardo Márceles de la trayectoria fotográfica de Nereo López?, fueron vecinos en la ciudad de Bogotá, quienes tuvieron la oportunidad de hacer una relación muy cercana, y años más tarde, Eduardo ayudó al reconocido fotógrafo al vivir en la ciudad de Nueva York.
¿Quién escribirá sobre Nereo?
Las fotografías de Nereo López fueron tan grandes que en el año 1964 obtuvo el primer premio en el concurso internacional de Kodak en Nueva York. Entonces le preguntaron al mismo fotógrafo que quién quería que escribiera su biografía para incluirla en el libro junto a los otros ganadores.
Entonces él respondió: “A quien le he contado mi vida y todo lo que he hecho hasta ahora es a Eduardo Márceles”. Entonces se contactó con el escritor y de inmediato los organizadores del premio le enviaron los pasajes a Eduardo, que en aquel momento vivía en New York para se trasladara a Bogotá.
“Llegué a Bogotá y me presenté con unos amigos en la calle 18, arriba de la tercera, yo vivía ahí subiendo hasta la Universidad de Los Andes. Así que lo visité casi todos los días y empezamos entonces a hablar más a fondo para poder escribir sobre él”, contó el escritor.
Iba a ser sacerdote
Nereo López: testigo de su tiempo, es así como Eduardo Márceles tituló su obra, en esta cuenta que el fallecido fotógrafo fue llevado desde muy joven a una parroquia para ser sacerdote, pero su estancia ahí no era muy agradable para él, entonces tomó la decisión de escaparse y estuvo en una granja donde lo encontraron al tercer día de desaparecido.
“El mismo director del seminario dijo: ‘No, aquí no podemos tener una persona a la fuerza, nadie va a ser un sacerdote a la fuerza’. Entonces lo dejaron seguir su camino, él tenía amigos en la Calle Larga donde había un cine. En esa sala, enfrente del cine, vivía un tío suyo que tenía una taberna cerca de donde hoy está el Centro de Convenciones. Ahí en ese barcito iba el administrador del cine, entonces un día le propuso ser el portero del cine. Para ese entonces ya tenía 18 años”, expresó.
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Una cámara en sus manos
En la Segunda Guerra Mundial, no se permitía viajar con cámaras debido a que podrían pensar que otras naciones enviaban espías para atacar. Resultó que esta particularidad hizo que Nereo obtuviera por primera vez una cámara en sus manos, así lo contó Eduardo a quien le tomó 20 años escribir toda la vida del recordado fotógrafo.

“Cuando estaba Nereo de portero en el cine, un amigo de él que se dedicaba a la fotografía se iba de viaje, entonces le pide el favor que le cuide la cámara hasta que regrese. El amigo le dice: ‘Mejor te la dejo a ti, porque en la casa hay unos niños y de pronto se ponen a jugar con ella’. Nereo le guardó la cámara, pero un día que no tenía nada que hacer empezó a mirar cómo era el cuento de las cámaras. Fue a un almacén de elementos fotográficos, compró un rollo y así empezó a realizar sus primeras fotos”.
Cuando Nereo se volvió experto en la fotografía, en sus ensayos fotográficos prefería los contenidos críticos que se manifiestan en situaciones curiosas, extravagantes o exóticas, así como la singularidad de acciones en desarrollo o imágenes en movimiento que se dan en protestas callejeras, carnavales, corralejas, fiestas populares, procesiones religiosas o plazas de mercado, lugares donde la diversión, el regocijo o la dinámica del trabajo se prestan para enfoques sugestivos.
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“Los espacios cerrados estaban destinados a los retratos, muchas veces en el contexto de la profesión del sujeto fotografiado. A través de su vida profesional tuvo dos significativas asignaciones. La primera fue el reportaje fotográfico de la visita del papa Pablo VI, que viajaba a Bogotá a clausurar el Congreso Eucarístico Internacional en 1968. La segunda misión encomendada a su talento fotográfico fue el cubrimiento de la fiesta y ceremonia de la entrega del Premio Nobel a su amigo Gabriel García Márquez en Estocolmo”, dijo Eduardo a EL HERALDO.

Del Grupo de Barranquilla
Nereo López igualmente fue considerado uno de los integrantes del Grupo de Barranquilla, ya que asistía a las reuniones en La Cueva, donde compartía espacio con intelectuales como Gabriel García Márquez, Álvaro Cepeda Samudio, Alejandro Obregón, entre otros.
Nereo experimentó siempre especial simpatía y admiración por los niños, a quienes dedicó sus mejores imágenes. Su primer libro de fotografías, entre 14 volúmenes sin contar los inéditos, estuvo justamente dedicado a los niños de Colombia El libro de los oficios infantiles (1964).
“El nombre que le puse a la obra se debe a que Nereo vivió en una época donde ocurrieron muchos acontecimientos importantes en Colombia, nada más el estar presente en la Segunda Guerra Mundial lo dice todo. Junto a mi esposa fuimos muy buenos amigos y estuvimos celebrando uno de sus últimos cumpleaños”, expresó Máceles.
El hombre dejó una gran huella cultural para la historia del país, hasta este año se cumplen 105 años de su natalicio. Esta es una de las razones por las que el escritor decidió lanzar su libro.