A un día de pasar a la historia el 2017, y a casi un año de la presidencia de Donald Trump, es menester hacer un resumen de su actividad gubernamental en el campo de la política exterior. Todo lo concerniente a esta parte del programa internacional, Trump lo expresó desde sus días de candidato presidencial por el partido republicano, el año anterior. Y ha marchado contra viento y marea apoyado en una personalidad excepcional y en un controvertido estilo.
El punto internacional que más concierne al ciudadano medio, blanco anglosajón, es la inmigración proveniente de México. Con su propuesta populista de construir un muro a lo largo de los 3.185 kilómetros de frontera común con este país, y hacer pagar por ello a México, Trump trata de convencer a la población que tal pared resolverá los males que el país tiene causados a partir de la inmigración ilegal. De inmediato, la medida levantó oleadas de protestas en toda Latinoamérica. 'Está tumbando puentes, no construye lazos de amistad', se dice a coro desde del Río Bravo hasta la Patagonia.
Con la orden ejecutiva 13769, Trump se echó en contra el mundo musulmán al prohibir la entrada de ciudadanos de siete países de Oriente Medio, supuestamente, por seguridad nacional, e impedir así el ingreso de terroristas al país. Las organizaciones de los derechos civiles consideran que esta orden ejecutiva es discriminatoria contra los musulmanes, ya que, en opinión de expertos, la inmensa mayoría de las masacres en los EEUU, después del 9/11, fueron perpetradas por ciudadanos estadounidenses, de familias nativas.
DE LAS PROMESAS AL CAMBIO CLIMÁTICO
Con las promesas electorales, Trump insistió en su idea de que los tratados de libre comercio eran los culpables de la pérdida de empleo en su país, y prometió revisarlos y salirse de ellos, si fuere necesario. Y así lo hizo al marginarse del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP por sus siglas en inglés), mecanismo en que basaban sus esperanzas de un gran mercado de millones de personas de países como México, Chile y Perú. La prioridad internacional de la administración Trump no está en Asia Pacífico, pues dejó esta parte del mundo a merced del gigante asiático, China, interesado en afianzar su presencia en el mundo, sobre todo en Asia Pacífico.
Trump adelanta conversaciones con sus socios en el Acuerdo de Libre Comercio de Norte América (NAFTA por sus siglas en inglés) para cancelarlo o por lo menos hacerlo más conveniente para los EEUU. El presidente estadounidense está convencido de que su aislacionismo comercial es la panacea para hacer que los empleos vuelvan al país y 'Make America Great Again'. Y así actuará con todos los acuerdos comerciales firmados por los anteriores inquilinos de la Casa Blanca.
¿Y LOS ACUERDOS DE PARÍS?
Donald Trump es un firme opositor de las teorías del calentamiento global, pues considera que son una trampa de los enemigos de los EEUU. A mediados de este año anunció la salida de la principal potencia mundial emisora de gases de efecto invernadero de los Acuerdos de París. Dice que ya 'es hora de poner a Younstown, Detroit y Pittsburg por delante de París'. Junto a esta decisión, Trump firmó otro decreto más aislacionista y enfrentó al mundo otra vez, pero en concordancia con su slogan electoral 'America First'. Los acuerdos de París fueron refrendados por el planeta, con la excepción de Nicaragua y Siria. Inmediatamente, el presidente revivió los sueños dorados de las grandes petroleras de perforar y extraer petróleo en las reservas naturales de Alaska, poniendo en riesgo el ecosistema del lugar y el clima del planeta.
PODERÍO
La política exterior de Trump está encaminada a acabar con el multilateralismo que se ha edificado sobre las cenizas de la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, luego de la caída del Muro de Berlín. Así mismo, no escatima epítetos para desacreditar organismos internacionales como las Naciones Unidas, la UNESCO y otros. En las relaciones diplomáticas con otros países, Trump manifiesta su convencimiento de que todo debe hacerse en beneficio de los EEUU. El restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba, en la administración Obama, fue tirado abajo de un plumazo por el gobierno Trump, en junio pasado. De esta forma, cumplió su promesa al exilio cubano de no tener contacto con la Isla hasta que el gobierno cubano no realice una verdadera apertura. Por otro lado, el mundo está en ascuas por el enfrentamiento personal que tienen Donald Trump y el líder norcoreano Kim Jung un. Una vez más, estamos al borde de una catástrofe nuclear. Tanto Trump como Kim no dan su brazo a torcer por sus intereses propios: EEUU quiere exhibir su poderío en la región y Kim quiere mostrarse ante su pueblo como un líder capaz de detener al imperio norteamericano.
¿NUEVO RUMBO?
El acontecimiento que revolvió la política internacional fue la decisión unilateral de EEUU, el 6 de diciembre, de reconocer a Jerusalén como capital de Israel y trasladar su embajada de Tel Aviv a dicha ciudad. Con esta decisión derribó parte del andamiaje político mundial. El mundo reaccionó airadamente, pues la decisión, entre otras consecuencias, aviva la llama de la hoguera del extremismo islámico. La importancia de los EEUU en el mundo actual es tal que una decisión que tome sobre cualquier tema, inmiscuye al resto del planeta. Por eso, las políticas de Trump se han convertido en un particular sello que cada día gana más importancia en esta aldea global.