Existe una especial atención y preocupación del mundo católico con respecto a la evolución del estado de salud del papa Francisco, quien desde el pasado 14 de febrero ha permanecido hospitalizado en el Hospital Gemelli de Roma, debido a una neumonía en ambos pulmones.

A pesar de los últimos partes médicos, que indican una mejoría luego de un mes de estar hospitalizado y que el sumo pontífice ha podido descansar mejor, su condición sigue siendo delicada, lo que mantiene en vilo a millones de fieles, líderes religiosos y políticos en todo el planeta.

Francisco no es un papa común. Su carisma, su lenguaje directo y su sensibilidad hacia los problemas sociales han hecho de su pontificado un referente no solo para los católicos, sino para cualquier habitante de este planeta.

Desde su elección el 13 de marzo de 2013 como el papa 266 de la historia, su liderazgo ha estado marcado por la promoción del diálogo en todos los niveles, la defensa de los migrantes y el llamado a una Iglesia más inclusiva y comprometida con la justicia social. Su imagen de un pontífice cercano, amante del fútbol, que rompe protocolos y prioriza la compasión sobre la rigidez institucional, ha calado en un mundo que se encuentra sediento de esperanza.

A sus partidarios les gusta su “toque común” y su determinación para reformar la Curia, erradicar la corrupción en el banco del Vaticano y abordar la terrible huella del abuso sexual infantil dentro de la Iglesia.

Francisco dijo que esta debería “pedir disculpas a los homosexuales en lugar de juzgarlos” y comparó los centros de detención de inmigrantes europeos con campos de concentración, entre otras cosas.

Hoy, su salud es frágil. A sus 88 años, Jorge Mario Bergoglio ha enfrentado diversos problemas médicos, desde cirugías intestinales hasta intervenciones en la rodilla, lo que ha limitado su movilidad. Sin embargo, su convicción para seguir adelante con sus responsabilidades ha sido notable. Ha viajado, ha predicado y ha liderado con una energía que prácticamente desmiente su avanzada edad.

El impacto de su estado de salud trasciende lo meramente religioso. Líderes mundiales, desde el presidente de Estados Unidos hasta mandatarios latinoamericanos y europeos, han expresado su apoyo y oraciones.

En redes sociales, sus más fieles seguidores han manifestado su preocupación, recordando incluso la relevancia de su mensaje en un mundo polarizado por conflictos bélicos, crisis migratorias y el avance de ideologías extremistas.

No es un secreto que el papa Francisco ha sido una figura incómoda para los sectores más conservadores de la Iglesia. Sus posturas sobre la comunidad LGBTIQ+ y su crítica a los abusos de poder dentro de la misma institución católica han generado resistencia. En contraste, ha sido abrazado por quienes ven en él a un verdadero líder progresista, capaz de interpretar la fe desde la justicia social y el humanismo. Su ausencia o un eventual debilitamiento de su liderazgo abrirían interrogantes sobre el rumbo de la Iglesia.

La pregunta que muchos se hacen es: ¿qué sucederá si el papa Francisco no puede continuar al frente del papado? En caso de que su salud le impida seguir gobernando la Iglesia, existe la posibilidad de que renuncie, al igual que lo hizo Benedicto XVI el 28 de febrero de 2013.

Por ahora, el mundo sigue a la espera. Las imágenes de fieles rezando en la Plaza de San Pedro y las muestras de solidaridad que ha recibido desde distintas partes del mundo dan cuenta de que la figura del papa trasciende la religión; es un símbolo de unidad y esperanza en tiempos tan turbulentos. Su recuperación, aunque leve, es motivo de alivio, pero también de reflexión sobre la fragilidad del liderazgo en un mundo que depende, quizás demasiado, de figuras individuales para mantener la esperanza.

¡Pronta recuperación al único papa sudamericano!