En un mundo cada vez más hiperconectado y gobernado por las tecnologías de la comunicación y sobre todo, ahora, por la llamada Inteligencia Artificial (IA), resulta paradójico el pesimismo que genera el hecho de que se avecina una nueva generación, la Beta, aquella de los que comienzan a nacer a partir de este 2025 hasta 2039 y que, según Marck McCrindle, consultor y demógrafo que acuñó el término, se caracterizarán por su capacidad para adaptarse rápidamente a cambios sociales y tecnológicos, su comprensión innata de los ecosistemas digitales y su enfoque en soluciones innovadoras.

Expertos consultados por EL HERALDO para conocer el impacto cultural y social que plantea el inicio de esta generación Beta coinciden en que se está fomentando un proceso de colonización cultural que redefine las interacciones humanas en detrimento de los valores tradicionales a los que venía acostumbrada la humanidad.

Para ser más exactos, se refieren a que las decisiones y las experiencias naturales en el crecimiento de un ser humano estarán tan mediadas por la tecnología y el mundo virtual que incluso podrían los miembros de esta nueva generación ver disminuida su capacidad de desarrollar emociones, intuiciones y de comprender el mundo, podría generarles nuevos trastornos de la personalidad y cultivar una incapacidad de establecer vínculos afectivos y socializar.

Valga la pena decir que ese tipo de personalidades o individuos ya abundan y cada vez son más frecuentes en nuestros entornos.

De hecho el filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky, reconocido por sus conceptos de hipermodernidad, hiperindividualidad e hiperconsumo, ha retratado una y otra vez una sociedad marcada por el exceso en todas sus esferas.

Y es justamente el temor por la hiperconectividad y sus implicaciones el que generan los Beta.

De acuerdo con una reseña de la publicación Nueva Revista sobre el más reciente libro de Lipovetsky, La consagración de la autenticidad, este analiza el concepto de la autenticidad, explicando que se ha convertido en el nuevo faro existencial de esta época, pero quizás de una forma que bien podría considerarse negativa, teniendo en cuenta que se refiere a que el modelo o ideal que se impone es vivir conforme a los propios deseos y emociones, haciendo lo que le plazca, autodefiniéndose y autogobernándose.

El punto es que, según Lipovetsky, ese plan de vida conduce a una sociedad hedonista en la que el ser humano es fácilmente presa de la frustración y por tanto proclive a la inestabilidad y a la incapacidad de mantener compromisos.

A partir de este análisis el filósofo francés expone el tipo de líderes populistas que desestabilizan y se muestran como los únicos voceros de los pueblos que gobiernan. ¿Nos resultan familiares?

Pero volviendo a Beta, impulsada por la Inteligencia Artificial y una línea casi que invisible entre el mundo físico y el virtual, vale la pena plantearse en Colombia qué tanto alcance tendrá esta generación definida por McCrindle, partiendo del hecho de las brechas y desigualdades digitales que todavía existen en el país.

En Colombia, el 40,5 % de los hogares aún no tiene internet, y en las zonas rurales la cifra asciende a 71,2 %. Es decir, más de 9,7 millones de hogares no tienen internet fijo en sus casas. De este número el 28 % usa servicio móvil para poder conectarse a la red. Así está establecido en el documento base que traza el Plan Integral de Expansión de Conectividad Digital, del Ministerio TIC, lanzado en diciembre del año pasado. Y agrega el diagnóstico que la principal razón para no tener internet (el 59 %) es por el costo y la situación económica.

Así las cosas, la generación Beta colombiana arrancará en desventaja o quizás no llegará a materializarse en buena parte de las zonas rurales del país, sobre todo, y también en zonas urbanas muy pobres, donde acceder al internet y las nuevas tecnologías, aunque parezca increíble, todavía resulta inalcanzable. En cualquier caso, corresponderá a cuidadores y adultos velar porque quienes sí tendrán acceso de cualquier forma a la IA puedan cultivar un pensamiento crítico, socializar y desarrollar emociones que permitan construir una sociedad innovadora, pero que no olvide valores fundamentales como la vida, la solidaridad y la empatía.