Nada más cierto que el optimismo es contagioso. Se puede decir lo mismo del pesimismo, claro. Pero la realidad es que cualquier asomo de desesperanza o derrotismo desaparece del horizonte cuando en el camino de espinas que toda sociedad recorre florece la educación. Y es así porque ella mira siempre hacia el futuro, abre oportunidades para las nuevas generaciones y convoca a niños y jóvenes a crecer, a superarse, hasta convertirse en la mejor versión posible de sí mismos.

Indudablemente es una senda que anticipa un porvenir seguro, pero debe comenzar a recorrerse desde el presente. Barranquilla inició la transformación de su educación pública hace ya 16 años. De lamentarse por ser un caso perdido o fallido se pasó a trabajar -como nunca antes- en la construcción de un frente común que estructurara y echara a andar un modelo pedagógico integral para elevar la formación de sus estudiantes. Alta calidad, por un lado, y acceso, por otro.

Con el tiempo, la educación se erigió como la columna vertebral de la inversión en la ciudad. Exigencia ineludible para reducir brechas sociales que aún nos anclan a un pasado de exclusión económica. Nadie dice que la tarea está terminada, eso sería como creer que el progreso tiene fecha de caducidad. Pero eso sí, sintámonos orgullosos porque más de 200 mil estudiantes están matriculados hoy en los 152 colegios distritales, obteniendo una formación moderna, oportuna, pertinente, basada en inclusión, sostenibilidad e innovación, con bilingüismo e instrucción en matemáticas y compresión lectora. Y, además, en sedes nuevas o en proceso de mejora, a lo que se añade algo esencial en el contexto nacional, un programa de alimentación escolar de calidad.

En la búsqueda del conocimiento no cabe vuelta atrás, solo la determinación de ir por más para llegar cada vez más lejos, sin detenerse nunca. Por eso, precisa siempre de nuevos actores que se comprometan a redoblar la apuesta a favor de la educación y que sean capaces, en lo posible, de inspirar con sus historias personales a quienes anhelan emularlos. Justo ahí es donde encaja David Vélez, fundador y CEO de Nubank y cofundador de la plataforma filantrópica VélezReyez+.

Su liderazgo estratégico en materia tecnológica transformó en tiempo récord la manera en la que la gente se relaciona con sus finanzas, haciéndola mucho más sencilla gracias a servicios financieros 100 % digitales. Casi que les puso un banco en la palma de la mano. Su exitoso emprendimiento remeció la industria fintech, una de las más prósperas del mundo en estos momentos, de manera que no extraña que su patrimonio supere los 11 mil millones de dólares.

Que el hombre más rico de Colombia decida donar la mayor parte de su fortuna a causas sociales es inestimable. Que encauce su voluntad filantrópica a ofrecer educación de calidad a quienes no tienen oportunidades de acceder a ella es todavía más conmovedor. Pero el culmen de su humanitarismo está en su persistencia en señalar que la revolución tecnológica -de la que él es protagonista absoluto y para la que no estamos aún preparados- es la que transformará al país.

Conviene escucharlo. Quien se forma en programación cuadruplica su salario en pocos meses, la demanda de puestos de trabajo en este sector crece sin parar, más no así la oferta, y hoy por hoy apenas el 4 % de jóvenes se decide por una carrera STEM, de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas. Necesitamos presionar por un cambio de paradigma, de coexistencia de modelos de educación en Barranquilla, municipios del Atlántico y el resto de la región Caribe, que nos inserte en la actual revolución digital que transcurre a tal velocidad que si no somos capaces de dar el salto cuántico que requiere terminará por dejarnos tirados o a medio camino. Literalmente.

¡Por qué no imaginar que entre nosotros camina el próximo David Vélez! Él y su hermana María del Mar Vélez, fundadora y CEO de Crack the Code, una escuela de formación de líderes digitales con autonomía ocupacional, han dejado el listón en lo más alto, tras anunciar la entrega de becas en carreras STEM, para cursar en la Universidad del Norte, y en ciencias de la computación en colegios oficiales del Atlántico para que más niños y jóvenes cumplan sus sueños.

Busquemos cómo nivelar la chancha de las oportunidades para quienes están en la fila esperando a hacer realidad sus metas, en especial niñas y mujeres jóvenes que pese a su talento digital suelen ser las más rezagadas. Gracias al empuje del experto en desarrollo STEM Omar Téllez empresas como Olímpica, Serfinanza, Tecnoglass o Ultracem levantaron la mano para sumarse al reto de garantizar empleabilidad a los estudiantes de estas áreas. Bien por ellas. Esta es una conversación fundamental que debemos seguir teniendo en el Atlántico. Aún faltan muchos que pueden integrarse a ella. Los estamos esperando. Vélez nos dejó claro que podemos ser mejores de lo que somos si adquirimos las competencias y recibimos ese empujón que nos motive a más.