¡Sin sorpresas! La predecible sentencia del Tribunal Supremo de Justicia, otro órgano de bolsillo del régimen chavista, carente de independencia e imparcialidad, que convalidó el ilegítimo triunfo de Nicolás Maduro en los comicios del pasado 28 de julio, no solo consolidó la farsa en el escrutinio de los votos orquestado por el Consejo Nacional Electoral (CNE). También le dio la estocada final al principio de separación de poderes en el vecino país. ¿O es que a estas alturas la comunidad internacional seguirá considerando a Venezuela como la democracia que ya no es?

María Corina Machado, líder de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), tiene razón: “Nadie se traga la burda maniobra del TSJ para esconder las actas”. Su afirmación interpreta el categórico rechazo de 11 países de las Américas, Colombia se mantuvo al margen, que en un comunicado insisten en desconocer la validez de los resultados electorales divulgados hace 29 días por el CNE.

Ni las alarmas encendidas por estos gobiernos ante la crisis política y escalada de violencia que han sumido a Venezuela en un abismo de arbitrariedades, ni los recurrentes llamados de la Unión Europea, Naciones Unidas o entidades civiles para que se publiquen las actas que acreditarían la supuesta victoria del oficialismo, poco o nada importan a Maduro y a su camarilla. Inmersos en su modelo autoritario, represivo y corrupto se han dedicado a profundizar su deriva totalitaria, atacando o amenazando a la oposición, criminalizando la protesta ciudadana, en tanto amplifican su discurso del miedo para quebrantar la voluntad de un pueblo que se rebela contra la infamia.

Se saben amparados, cómo no, por el irrestricto respaldo de las Fuerzas Armadas, dirigidas desde hace años por el todopoderoso ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, quien tras celebrar el fallo del TSJ, anticipó un escenario aún más desafiante por la “planificación de nuevas acciones mercenarias”, a cargo de “sectores fascistas”, como el régimen se jacta de señalar a la oposición.

Ahora que se han despojado de su falsa careta de demócratas, preparan de frente su próxima maniobra, parte de su manual de perfectos tiranos. La Fiscalía del chavista Tarek William Saab, enfila su arsenal contra Edmundo González, el candidato de la oposición, a quien busca vincular a una investigación penal por la publicación de las actas en la web. ¿Para qué molestarse en citarlo o en anunciar este remedo de proceso judicial si Maduro ya lo condenó de forma anticipada al acusarlo de ser un criminal y un terrorista? Lamentablemente, esta no es la única tropelía en marcha.

Fieles a su talante antidemocrático, dos de los hombres fuertes del régimen, Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez, confirmaron que inhabilitarán a más líderes de la oposición para impedir que se presenten en las próximas elecciones. Esta jugada de apartar del tablero democrático a sus contradictores políticos no es nueva. Tan bien probada la tienen que así han excluido de los procesos electorales a Henrique Capriles, Leopoldo López, Antonio Ledezma, Julio Borges, Freddy Guevara, y, más recientemente, a María Corina Machado, entre otros. ¿En serio, a quién extraña?

Maduro no se saldrá de su libreto de populista barato, ni de su falsa narrativa progresista de victimizado, resentido, que no tolera el disenso ni respeta a quien lo confronte. Si acaso la reescribirá a su antojo para movilizar a su gente, mientras castiga a sus adversarios en una apuesta insensata por más fractura social. Persistirá en cerrar las puertas a una negociación o en derribar puentes de entendimiento, aunque termine más aislado, porque no le interesa superar esta crisis que amenaza con enquistarse de forma indefinida en su país, desatando efectos inciertos para la economía o aumentando el éxodo de quienes escapan de la pobreza o la violencia. Preocupados, los alcaldes de frontera reclaman una estrategia del Gobierno nacional.

Colombia insiste en su papel de facilitador del diálogo, también lo hace Brasil. Pero, ¿cuánto más esperarán Petro y Lula por “la publicación de las actas desglosadas por mesa de votación”, ahora que dicen haber tomado nota de la decisión del TSJ sin entrar a valorarla? México guarda silencio.

Del otro lado, el presidente de Chile, Gabriel Boric, el mandatario progresista más joven de la región, les ha puesto la vara muy alta tras señalar que “la dictadura de Venezuela no es la izquierda”. Cierto, la niebla que cubre al vecino país se nutre del caos, de la oscuridad de un régimen espurio que se vanagloria en despreciar la voluntad popular. Su despotismo al alza exige que Colombia, al margen de su comprometedora cercanía, se desmarque para redefinir su relación con Maduro o, al menos, fijar una postura más clara en defensa del que siempre ha sido el compromiso irrenunciable de nuestra nación con los valores democráticos de un Estado de Derecho.