La corrupción judicial en el Atlántico está tan naturalizada que, en algunos casos, se da por descontada. La presidenta de la Comisión Nacional de Disciplina Judicial, magistrada Magda Victoria Acosta, le aseguró a EL HERALDO que en el departamento “la mafia entre abogados, jueces y fiscales es real”, a tal punto que en la Rama Judicial terminó por acuñarse como una verdad a puño que el “Atlántico es el Disney de los estrados judiciales: aquí tus sueños se hacen realidad”. Quien lo dijo fue otra magistrada, María José Casado, de la Sala Jurisdiccional Disciplinaria. No es una metáfora más. El trasfondo de su sarcástica, pero contundente expresión ratifica la corrupción que carcome los distintos niveles de justicia. Dicho de otra forma, somos la tierra soñada de quienes aspiran a vulnerar el ordenamiento jurídico porque “todo lo que no se puede en el resto del país se puede conseguir aquí”. Vergonzoso deterioro de la ética humana.

No son todos, valga precisar con rigor absoluto. Es irresponsable generalizar e incurrir en injustos señalamientos situando en la misma cloaca putrefacta de inmoralidad a quienes de manera impoluta ejercen su profesión, soportando presiones indebidas, saturación de trabajo, escasez de recursos, una lentitud procesal tóxica u otras muchas dificultades que torpedean su labor. Pero por sus hechos los conoceréis y en un gremio en el que la honestidad, el prestigio y la respetabilidad lo son todo, las bufonadas o chabacanerías de unos cuantos los someten en su conjunto a un escrutinio implacable en el que la desconfianza ciudadana suele pasarles factura.

Así que a estas alturas, cuando la Comisión Nacional de Disciplina Judicial ha empezado a tomar decisiones, sancionando, todos saben a quiénes y por qué, lo mínimo es agradecer que la casa se ordene. Si los aires no cambian ni se les pone un tatequieto a los jueces, fiscales y abogados que se regodean en una escandalosa connivencia con el robo de tierras y expresiones de corrupción judicial en Atlántico, no solo se les asegurará impunidad absoluta. También se mantendrá, pese a las denuncias de los muchos afectados por estas prácticas delictivas e intolerables abusos, el mismo statu quo de ilicitud diseminado en las jurisdicciones del departamento desde hace años.

Si la Justicia no obra con rectitud ni es capaz de hacer cumplir la ley, solo queda esperar ser devorados por el vaivén de la sinrazón al que nos condena la miseria de la iniquidad. Los desafueros detectados en casos de ocupación de baldíos y robo sistemático de tierras en el Atlántico demuestran la indecencia de los intervinientes en la resolución de controversias jurídicas. Mediante denuncias de la Procuraduría General, la Comisión Nacional de Disciplina Judicial ha podido documentar cómo jueces, excediéndose en sus competencias, toman decisiones para favorecer supuestos derechos de invasores en detrimento de los titulares reales de las tierras. Lo más grave es que no son casos aislados. La realidad muestra que varios carteles integrados por funcionarios de la Rama Judicial, servidores públicos y abogados trafican con los títulos de propiedad. Las anomalías que han dado pie a investigaciones son ostensibles en todas las posiciones: tanto en empleados del Centro de Servicios Judiciales como en magistrados del Tribunal Superior de Barranquilla. Las mafias de jueces y fiscales al servicio de empresas criminales lo alteran todo para beneficiar a delincuentes con extensos prontuarios: conceden detenciones domiciliarias, otorgan libertades, manipulan fallos…hacen para vender.

Dime cuánto tienes y te diré cuánto puedo hacer por ti, parece ser la máxima con la que obran quienes administran justicia sin escrúpulos, poseídos por una censurable ilegitimidad moral. Tras toda la impudicia revelada a EL HERALDO por la magistrada Acosta queda claro que urge celeridad en las investigaciones en curso para visibilizar con nombre propio a los responsables de las irregularidades, pero también es imprescindible un ejercicio de autocrítica en el que la Justicia en Atlántico se cuestione ya no solo sobre porqué existen manzanas podridas, sino cuáles son las condiciones que provocan que se pudran o corrompan tan fácil y, sobre todo, qué es lo que hace falta para evitar que siga sucediendo. Mejor dicho, dónde está el origen de tanta vileza.