El Atlántico cuenta con una extensión de 3.388 kilómetros cuadrados, es decir, 338.800 hectáreas, de las cuales solo 17.308 eran utilizadas para labores agrícolas en 2019, según lo registra la Encuesta Nacional Agropecuaria (ENA) del Dane. La mayor parte de las 275.841 con uso de suelo en el departamento (233.335) estaban destinadas a las actividades pecuarias.
Revisando el historial de la ENA, entre 2012 y 2019 el uso agrícola en el Atlántico creció apenas tímidamente de 13.623 a 17.308 hectáreas, lo cual significa que solo el 6,27 % de las tierras del departamento eran usadas con fines agrícolas.
La vocación agrícola del Atlántico decayó fuertemente en las tres últimas décadas –antes de la década de los 90 se sembraban en promedio 40 mil hectáreas–, por distintos factores, pero sobre todo por la falta de agua agravada por el cambio climático y la escasa inversión en distritos de riego que garantizaran la siembra, cosecha y producción.
Bajo ese panorama en 2019, la entonces candidata a la Gobernación del Atlántico, Elsa Noguera, le propuso en su programa de gobierno a los atlanticenses, en el eje de generación de empleo, una gran transformación agroindustrial en las zonas oriental, centro y sur del departamento, para lo cual la asociatividad de los grandes, medianos y pequeños empresarios debía convertirse en una herramienta fundamental, eso sí de la mano de un proceso de tecnificación de la producción.
La pandemia trastocó los tiempos de la ejecución del plan que el Gobierno departamental tenía trazado; no obstante, casi cuatro años después el Atlántico pudo chulear en su lista varios objetivos, entre ellos la coadministración y operación de los distritos de riego para garantizar al productor el acceso al agua para sus cultivos, gracias a un convenio suscrito con la Agencia de Desarrollo Rural (ADR) del Ministerio de Agricultura.
Una cifra por el orden de los 77 mil millones de pesos se han invertido en los distritos de Repelón, y de Suan y Santa Lucía. Pero adicionalmente se ha podido desarrollar el componente de financiación a los campesinos a través de los créditos con el Banco Agrario y el Incentivo a la Capitalización Rural que otorga la propia Gobernación, que corresponde al 30 % del costo del proyecto productivo.
Las asociaciones de cultivadores de palma de aceite y limón tahití han logrado, entonces, contar con la plata necesaria para adecuación de tierras, siembra y sostenibilidad del cultivo, en tanto que se aproxima la etapa de producción. A esto se suma la asistencia técnica a los asociados al proyecto. En el caso puntual de la palma, el grupo empresarial Oleoflores se ha convertido en un aliado inmejorable en el proceso, desde el acompañamiento a los campesinos en la estructuración de sus proyectos, la aprobación de los créditos, además de asegurarles la compra de lo que produzcan.
El plan es alcanzar 5 mil hectáreas, pero ya están sembradas 1.500 de palma de aceite y 1.110 de limón tahití, con una generación de 1.500 empleos directos.
Este plan, al igual que el que se desarrolla en alianza con la empresa Bean & Co –con una inversión de USD40 millones en la compra de la fruta y la construcción de una planta para procesar 50 mil toneladas de mazorca de cacao al año– para beneficiar unas 200 familias cacaoteras de Santa Lucía y Suan, con la siembra de 500 hectáreas, se convirtieron en los dos grandes puntales para ganar terreno en la recuperación de la vocación agroindustrial del Atlántico, también con la asociatividad de por medio.
Todo este resumen nos lleva a concluir que solo se requiere de voluntad política, pero sobre todo de acción y gestión, con alianzas en el sector privado, para ir conquistando metas en la ruta de recuperar la vocación agroindustrial del departamento.
Eso por un lado, pero hay un reto mayor y todavía queda un largo camino para recorrer en la senda de que los jóvenes tengan las oportunidades y los atractivos suficientes para quedarse en el campo relevando a sus padres y abuelos.
La misma Encuesta Nacional Agropecuaria de 2019 reveló que el grueso de los productores atlanticenses está en el rango de edad entre los 45 y los 64 años (6.311 de un total de 9.407 reportados por el Dane). ¿Quiénes asegurarán la sostenibilidad del campo atlanticense? Por ahora hay que celebrar y aplaudir el impulso que la Gobernación del Atlántico le ha dado a la agroindustria del departamento y recoger a futuro la cosecha de lo que en estos tiempos se ha sembrado.