Salvatore Mancuso y Rodrigo Londoño tendrán su espacio con las víctimas. Lo confirmó el presidente de la Comisión de la Verdad, Francisco De Roux, destinatario de cartas escritas por los excomandantes de las AUC y las FARC en las que piden ser escuchados para realizar su contribución a la verdad sobre la dolorosa guerra que tanto daño le ha hecho a Colombia. Asumir públicamente sus responsabilidades es lo que les corresponde si desean, de una vez por todas, resarcir el inmenso dolor causado a un número incalculable de personas que llevan años e incluso décadas reclamando justicia para pasar la lamentable página de la tragedia personal o familiar que les tocó vivir por cuenta del conflicto armado.
Nada mejor que la verdad que han anhelado durante tanto tiempo sea contada por dos de los protagonistas más relevantes de la confrontación. Sin embargo, es fundamental que el evento público solicitado a este órgano de la justicia transicional se realice bajo criterios claros para evitar que quienes participen en él, del lado de las víctimas, terminen siendo usados o instrumentalizados, o que los propios exjefes de las autodefensas o las extintas Farc decidan, a último momento, no reconocer la gravedad de sus acciones y se queden sin aportar de manera seria y rigurosa al propósito de la histórica cita. Su compromiso para revelar toda la verdad, por encima de cualquier otra consideración, debe ser requisito indispensable.
Mancuso y Londoño dicen estar dispuestos a narrar lo que han llamado “verdades contrastables” ofreciendo la versión de cada uno de los bandos, el de las autodefensas y el de la guerrilla, para ayudar a reconstruir los episodios más desgarradores del conflicto armado. La lista es tan larga que una sola reunión no bastaría, pero la intención es pertinente. “Cada uno tenemos una partecita de la verdad de lo que nos pasó en este conflicto y necesitamos esa verdad, esa parte que usted tiene – en el caso de la Comisión de la Verdad – y necesitamos que la JEP lo escuche…”, señalaron en la misiva.
Es así como estos dos otrora enemigos acérrimos, que han conversado durante los últimos meses gracias a los buenos oficios del exministro Álvaro Leyva Durán, quieren armar el rompecabezas del “monstruo” de la guerra en Colombia que ellos mismos alimentaron con sus odios irracionales durante tantos años. No hay vuelta atrás, es tiempo de revelar las verdades silenciadas alrededor de ese monstruo, seguirlas callando no le hace bien a nadie y a la larga fomentará nuevas formas de barbarie que resultarán cada vez más difíciles de eliminar. Ningún colombiano merece más sufrimiento. La convocatoria de Mancuso y Londoño para que otros mandos de las AUC y las Farc enriquezcan con sus testimonios la audiencia solicitada podría allanar caminos adicionales hacia una verdad completa. No solo ellos, también están los “terceros y agentes de estado de facto, miembros activos y no activos de la fuerza pública, que tengan relación y conocimiento directo y esencial de los hechos a contar”, pide Mancuso y hace bien. Todos tienen algo que decir.
“Sin verdad pública no hay futuro, no hay nuevo país”, señaló hace pocos días, de manera acertada, el exministro Leyva, quien ha dedicado los últimos 40 años de su vida a explorar salidas negociadas al conflicto. La verdad es definitiva, pero la búsqueda de justicia también. El padre Francisco De Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, ha sido enfático al advertir que no son una “escalera a la JEP”, recordando el carácter extrajudicial de la entidad. Londoño, ante la JEP, y Mancuso, ante los magistrados de Justicia y Paz, deben también revelar todo lo que saben, y estos organismos tienen que acelerar sus decisiones, se lo deben a las víctimas. Es un momento histórico que no se puede dejar pasar. Es hora de enfrentar al monstruo.