Cada cierto tiempo se revelan datos desalentadores acerca del impacto de la triple crisis, sanitaria, económica y social, consecuencia de la pandemia de la Covid-19. Esta vez, la Encuesta Pulso Social del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) confirmó el creciente deterioro de la situación económica y la seguridad alimentaria de millones de colombianos duramente golpeados por la devastadora coyuntura que todavía no toca fondo, a pesar de que el desempleo empezó a ceder en el último mes. Aun así, en septiembre, la población desocupada alcanzó 3,7 millones de personas.
La onda expansiva del coronavirus revela un escenario dramático en el que el hambre arremete contra los más vulnerables. Antes de la cuarentena, señala el registro del DANE, 6,9 millones de hogares, en las 23 ciudades y áreas metropolitanas analizadas, consumían en promedio tres comidas al día. En el octavo mes del año, este número se redujo a 5,5 millones de hogares.
Una realidad especialmente lacerante en el Caribe colombiano, donde en capitales como Cartagena, Barranquilla, Santa Marta, Sincelejo y Montería menos del 60% de los hogares tiene la posibilidad de consumir esas tres comidas diarias, cuando en 2019 lo hacía más del 80%. La capital del Atlántico es, según el DANE, la segunda ciudad más afectada; hoy apenas el 44% de sus hogares consume las tres raciones frente a un 82% que lo podía hacer un año atrás.
La crisis económica aprieta entre los habitantes del área metropolitana de Barranquilla: 73,8% de los hogares considera que la actual situación económica es “mucho peor” que hace 12 meses, y un 39% reconoce que sus niños no participan en actividades académicas porque no pueden pagar la pensión. Una precarización originada en la pérdida de más de 178 mil puestos de trabajo en la ciudad que demanda acelerar proyectos de reactivación económica para hacerle frente a la galopante brecha de desigualdad y pobreza que amenaza con profundizarse.
El inquietante panorama de Barranquilla es consecuente con la caída de ingresos afrontada, en este lapso, por la gran mayoría de las familias colombianas: 1,8 millones de ellas, es decir, más de 5 millones de personas no recibieron ingresos por actividad laboral en septiembre. Las ciudades con mayor población al límite por esta circunstancia son Sincelejo, Cúcuta y Cartagena.
A nivel nacional, el 59% de los consultados afirma que hoy su situación económica es peor que hace un año, entre 78 y 86% considera que no tienen mayores posibilidades de comprar ropa, zapatos, alimentos ni elementos como electrodomésticos, y tampoco tiene con qué irse de vacaciones en los próximos 12 meses ni cómo ahorrar. En Riohacha se encuentra la más elevada proporción de jefes de hogar sin opciones de guardar algo de ingresos.
En pleno avance de la pandemia en Colombia, el 57% de los 10 mil encuestados en el país confirma un estado de salud bueno. Sin embargo, más del 40% se siente nervioso; 18%, triste; 17%, con dificultades para dormir; 15,9%, cansado, y un 34% dice estar muy preocupado de contagiarse, porcentaje que en Barranquilla se ubica en el 43%.
La reactivación es lenta, pero que nadie la haga más difícil. Demasiadas personas están en desventaja y requieren un impulso adicional, entre ellas mujeres jóvenes, madres cabeza de familia, población vulnerable en la informalidad o microempresarios al borde de la quiebra, sin redes de cuidado ni protección social. La lista es larga y si no se les tiende una mano se les condenará a una exclusión sistemática. En paralelo a las acciones económicas, ningún esfuerzo sanitario debe ser menor porque de ello dependerá que la ciudad siga recuperando empleo.