Nada ataja a la cultura, ni siquiera una pandemia. Eso quedó demostrado con la realización exitosa, desde donde se le mire, de eventos de grandes proporciones como Barranquijazz y el Festival de la Leyenda Vallenata.

Los nubarrones que en algún momento amenazaron su realización fueron despejados por el ahínco de sus organizadores y el apoyo decidido de los gobiernos nacional, local y departamental, y algunas entidades privadas, que entendieron que la virtualidad era el único camino viable para llevarlos a la gente.

Mucho más por el momento que atraviesa la humanidad por la pandemia del Covid-19, la cultura, en este caso la música, llegó como un bálsamo de esperanza a los hogares de los amantes de géneros tan disímiles como el jazz y el vallenato.

Los aplausos se convirtieron en likes, los gritos de apoyo y pancartas en comentarios. Las transmisiones a través de las redes sociales abrieron un nuevo abanico de posibilidades que les permitieron a personas en diferentes partes de la región Caribe, Colombia y el mundo conectarse y disfrutar desde sus hogares, preservando la salud y la vida por sobre todas las cosas.

El éxito de llevar a la virtualidad los dos eventos lo demuestran sus cifras. En el caso de Barranquijazz, por ejemplo, afirman sus realizadores, la Fundación Cultural Nueva Música, que más de 100 mil personas se conectaron a las galas o las vieron horas después, a través de las diferentes plataformas que habilitaron.

En el caso del Festival de la Leyenda Vallenata, solo en su canal de YouTube superaron las 200 mil reproducciones, según Caja de Música Live, empresa que se encargó de la transmisión de los concursos del evento más importante del género.

Así mismo, desde diferentes partes del planeta como Francia, Noruega, España, Estados Unidos, México, Panamá, República Dominicana, Canadá, Puerto Rico, Perú y Brasil las personas se movieron al ritmo del jazz y el vallenato. Muy seguramente, muchos de los que presenciaron virtualmente los espectáculos ya tendrán dentro de sus proyectos disfrutar de estos festivales de cuerpo presente una vez pase la pandemia.

Vale la pena recordar que la reinvención, palabra sobre utilizada en estos tiempos, pero que en este caso es más que ajustada, también se vio en otros festivales culturales como Killart, que mezcló presencialidad con una agenda académica digital a la que también tuvieron acceso fácil y gratuito muchísimas personas. Lo mismo pasó con Sabor Barranquilla y antes con festivales gastronómicos de diferentes municipios del Atlántico como el de la arepa de huevo, en Luruaco, o el del pastel, en Pital de Megua, corregimiento de Luruaco, que generaron ganancias económicas a sus matronas cocineras.

Nada remplazará jamás vivir de cuerpo presente un evento como los anteriormente mencionados. Cantar, bailar, comer, socializar al ritmo de un acordeón o de un piano, ya sea en el Parque de la Leyenda Vallenata o en la Plaza de la Paz, es algo incomparable. Sin embargo, la virtualidad presenta a la sociedad nuevas formas de disfrutar la creatividad que brota del corazón de los artistas, esta vez conectados a cientos de kilómetros en un solo sentimiento y desde casa, como obligan estos tiempos.