Luego del embate del coronavirus, que llegó para quedarse y con el que hay que aprender a vivir todo el tiempo que haga falta, Barranquilla tiene que sacudirse y asumir con entereza, pero sobre todo con ilusión y esperanza, el enorme desafío de levantarse y sobreponerse para seguir avanzando por una senda de desarrollo social y crecimiento económico que se traduzca en beneficios tangibles para sus ciudadanos más vulnerables y en una mejor calidad de vida para todos aquellos impactados por el cipotazo de esta peste hostil que nos ha arrebatado a tantos seres queridos, amigos, vecinos, compañeros de trabajo y personas conocidas, gente maravillosa a la que perdimos de un momento a otro. Un duelo que aún no termina.

Otros habitantes de la ciudad han tenido que encajar sentimientos de frustración, tristeza y decepción por el cierre de sus negocios. Impotentes han visto cómo el esfuerzo de años se vino abajo en pocos meses por la imposibilidad de seguir funcionado en medio de las restricciones impuestas por la crisis sanitaria. Quienes aún resisten con heroica tenacidad cuentan los días para que les autoricen el reinicio de sus actividades ahora que las tasas del virus muestran señales alentadoras en Barranquilla y el Atlántico, una de las primeras regiones del país que afrontó el infausto pico epidemiológico.

150 mil personas perdieron sus empleos formales en la ciudad desde el inicio de la pandemia. 150 mil personas que lo están pasando realmente mal, y si se considera que de su ingreso dependía parcial o totalmente el resto de sus familias se puede afirmar que alrededor de 600 mil ciudadanos hoy están en riesgo de caer en la pobreza o ya lo hicieron. Las consecuencias de este galopante desempleo ponen en peligro a todos los ámbitos de la cotidianidad de estos hogares, desde su seguridad alimentaria hasta el acceso a salud y educación, pasando por el derecho a una vivienda digna y servicios públicos. Esto sin contar la precaria condición de quienes apenas sobreviven en la informalidad.

Pensar en todos es fundamental en este momento de crisis, en el que la recuperación debe ser máxima prioridad para los sectores público y privado a la hora de revertir y superar los estragos de esta devastadora pandemia, que amenaza los progresos alcanzados durante la última década, en la que se cerraron intolerables brechas sociales en educación y salud y se aumentó el ingreso de muchos hogares que mejoraron su poder adquisitivo.

El Distrito le propone a la ciudad un ambicioso plan de reactivación económica que contempla inversión pública por más de 5 billones de pesos para financiar megaproyectos como la recuperación de la Ciénaga de Mallorquín y de la ronda de caños, arroyos y cuerpos de agua, la renovación del Centro Histórico con nuevos mercados como el Mayorista y el Gran Bazar y las etapas 3 y 4 del Malecón. Además, se apostará por la construcción de la fase III de Transmetro, el Puerto de Aguas Profundas, el tren del Caribe y otras importantes obras en educación, salud, servicios públicos, agua potable y saneamiento básico, previstas en el Plan de Desarrollo de esta administración, que les va a meter el acelerador para generar empleo y mitigar la catástrofe económica y social.

Los recursos se han venido gestionando ante el Gobierno nacional, del que se espera un contundente apoyo para la cofinanciación de 13 proyectos por más de 4 billones de pesos. Se requiere hoy más que nunca el impulso de la nación para avanzar en esta adversa coyuntura, en la que generar empleo es esencial, como el propio jefe de Estado, Iván Duque, lo defendía hace unos días en las páginas de EL HERALDO: “Hay que gastar, invertir y proteger para lograr la reactivación de la economía”. Sin duda, presidente. Además, el Distrito anuncia que antes de finalizar el año se emitirán los bonos de deuda pública o soberana ‘Barranquilla’ para captar hasta $650 mil millones.

Son tiempos desafiantes y exigentes, que nadie diga lo contrario. Barranquilla, ciudad alegre y optimista, echada para adelante y generosa, a la que nada le queda grande, tanto que anuncia ahora la creación de su propia empresa de energía renovable, tiene muchas asignaturas pendientes. Sin embargo, hoy la más importante es alentar, animar y sostener con cariño y solidaridad a todas esas personas que perdieron sus trabajos, se quedaron sin opciones y se debaten en medio de la pobreza y la miseria, el dolor y la angustia de sentirse frágiles. Reconstruir tejido social gracias al estímulo de una nueva e intensa actividad productiva liderada por la inversión pública que propone el Distrito es una apuesta de ciudad para volver a creer.