Barranquilla evalúa reducir su nivel de alerta naranja decretado por el alcalde Jaime Pumarejo el pasado 15 de junio para afrontar los momentos más críticos de la emergencia sanitaria por COVID-19 en la ciudad. La medida permitió que, a partir de esa fecha, se concentraran en el Centro Regulador de Urgencias y Emergencias del Distrito, CRUE, todos los recursos hospitalarios disponibles en la red pública y privada para dar respuesta oportuna a la creciente demanda de servicios debido a la elevada tasa de contagio del virus y las graves complicaciones de salud de pacientes mayores o personas con factores de riesgo.
Garantizar la atención de los enfermos y evitar el colapso del sistema, que llegó a registrar una ocupación de UCI de más del 90%, resultaban prioritarios.
Ahora que el Instituto Nacional de Salud se puso al día entregando los resultados de más de 3 mil 800 pruebas represadas de Barranquilla, algunas de ellas tomadas en abril, mayo y junio, casos que ya no están activos, la fotografía actual del virus es más precisa.
Esta lectura le facilitará al gabinete de crisis, integrado por el equipo de gobierno, planificar los siguientes pasos para mantener el virus bajo control y avanzar hacia las fases de reactivación económica y social que tendrán que irse ajustando, de acuerdo con los posibles rebrotes y la aparición de focos de contagio o conglomerados donde aún no se han presentado.
A partir de esta semana, el Distrito anticipa que reforzará estrategias como la búsqueda activa de casos con la realización de pruebas PCR en el norte de la ciudad, mientras continuará monitoreando el comportamiento de la COVID-19, que ha mostrado señales alentadoras con la disminución en las tasas de contagio, hospitalizaciones y letalidad en localidades con el mayor número de casos.
Seguir dándole manejo a la coyuntura sanitaria es primordial, así como mantener la vigencia de estrategias eficaces como el programa de atención a adultos mayores Baq+60, que ha permitido contactar a 60 mil personas y tratar a 4 mil que habían contraído la enfermedad.
El otro frente clave que se inicia desde hoy es la preparación de la reapertura gradual y controlada del comercio al por menor, que facilitará el retorno a la actividad productiva de propietarios y trabajadores de locales comerciales del centro y otros puntos de la ciudad. Con la revisión de los protocolos de bioseguridad de estos establecimientos, a través de visitas y llamadas telefónicas, el Distrito garantizará el cumplimiento de medidas como el límite de aforo, la atención con pico y cédula, el registro de datos y la desinfección para que los clientes hagan sus compras presenciales previniendo posibles riesgos de contagio.
Este sector, uno de los más golpeados por la crisis sanitaria y socioeconómica resultante de la inédita pandemia, cuenta las horas para levantar las esteras de los negocios. Sin embargo, no todos podrán hacerlo. La Asociación de Comerciantes del Centro de Barranquilla, Asocentro, confirmó que al menos 200 locales cerraron definitivamente porque no aguantaron más. ¡Se reventaron! La esperada vuelta del comercio, no solo mitigará la abrupta caída de ingresos de miles de familias que de él derivan su sustento de manera directa o indirecta, sino que empezará a sentar las bases para encauzar la muy necesaria recuperación económica de la ciudad, teniendo en cuenta que la afectación de este sector puede oscilar entre el 0,1 y el 3,0% del PIB mensual del Distrito de Barranquilla.
Luego de los comercios, los restaurantes hacen fila para recibir luz verde a su reapertura, ahora que se habla de planes pilotos en terrazas guardando las normas de bioseguridad. Los domicilios les permitieron mantenerse a flote a lo largo de estos meses generando ingresos por el orden del 20%, pero esperan volver lo más pronto posible para frenar las pérdidas que acumulan cada mes.
Como en otras partes del mundo, que lograron aprender a convivir con el virus y a mantenerlo a raya, la reapertura gradual de la economía debe hacerse bajos principios básicos de prevención, prudencia y proporcionalidad, sin perder de vista la seguridad sanitaria. Recuperar la confianza de los consumidores tampoco será fácil, tomará su tiempo y exigirá reacomodar las estrategias de acuerdo con la evolución de la pandemia.