El socialista Pedro Sánchez, que hace tan solo 10 días asumió el cargo de presidente del Gobierno de España, vuelve a ocupar los grandes titulares de la prensa europea.
Si hace menos de una semana desató una ola de admiración al conformar el gabinete con más mujeres del Viejo Continente, en las últimas 48 horas se ha erigido en el bastión de los viejos valores europeos del humanismo y la solidaridad al asumir el protagonismo en el drama del barco ‘Aquarius’.
Esta embarcación, en la que se hacinaban 629 inmigrantes procedentes de Libia, se encontraba frente a las costas de Italia, pero el nuevo gobierno populista y xenófobo de este país impidió desembarcar a sus ocupantes. La misma actitud adoptaron las autoridades de la cercana isla de Malta.
Los tripulantes del ‘Aquarius’ –entre los que había niños sin sus padres, ancianos, mujeres embarazadas, etc.– parecían condenados a ser devueltos a Libia, país árabe situado en la orilla sur del Mediterráneo. O atravesar un largo calvario en el interior del barco hasta que las paquidérmicas instituciones europeas resolvieran la dramática situación.
No ocurrió ni lo uno ni lo otro, porque el nuevo presidente español anunció que su país acogería a los inmigrantes. Tras el anuncio de Madrid, y en una declaración que pasará a la historia universal de la infamia, el ministro del Interior de Italia, Matteo Salvini, publicó en su cuenta Twitter: “¡Victoria! Los inmigrantes van de camino a España. Primer objetivo conseguido”.
Los ocupantes del ‘Aquarius’ fueron ayer trasladados a dos barcos militares italianos, que en los próximos días los conducirá al puerto español de Valencia. Allí, las autoridades estudiarán sus casos, y lo previsible es que se les conceda el estatus de refugiados, lo que les permitirá comenzar una nueva vida en territorio europeo.
El presidente Sánchez ha hecho una apuesta valiente, en unos momentos en que el discurso contra los inmigrantes ganan cada vez más adeptos en Europa. El propio mandatario es consciente de que su decisión entraña riesgos, como que genere un ‘efecto llamada’ para más inmigrantes sin papeles, que interpretarían que en España tienen un cielo seguro. Quizá por eso, Sánchez subrayó que su actuación fue “humanitaria” y que “no marca un precedente”.
De todos modos, el caso del ‘Aquarius’ ha puesto de manifiesto la coexistencia actual de dos Europas muy diferentes: la de la insensibilidad y la cerrazón, que encarna Italia, y la entroncada con los valores del humanismo, que representa España. Ojalá sea esta, y no la del ministro Salvini, la que al final cante victoria.