El cese al fuego indefinido es el principal punto en la agenda de negociaciones que el Gobierno y la guerrilla del Eln comenzarán a evaluar hoy en la mesa de Quito, luego de los primeros encuentros entre ambas delegaciones tras el reinicio de los diálogos el mes anterior.
Negociar en medio de la polarización política que vive el país a menos de dos meses de la elección presidencial será una tarea mucho más ardua, ya que lo que ocurra en Quito tendrá impacto inmediato en la
campaña por la Casa de Nariño.
Es loable la intención del presidente Santos de dejar sentadas las bases, antes de terminar su mandato, para alcanzar la denominada “paz total”, pero no a cualquier precio. Hay puntos en los que el Gobierno no puede hacer concesiones a la guerrilla, como los relacionados con las violaciones del Derecho Internacional Humanitario.
Antes de pactar el cese al fuego bilateral e indefinido, el Comando Central del Eln (Coce) tiene que comprometerse, no solo con los negociadores del Gobierno sino con el país en general, a no volver a cometer actos terroristas contra la Fuerza Pública, la infraestructura del Estado y la sociedad civil, a no reclutar menores de edad, a no secuestrar, a no extorsionar y a no sembrar minas antipersona. Es lo mínimo que se le puede exigir a esta guerrilla luego del paro armado decretado en enero pasado, que se vivió con mayor intensidad en la Región Caribe.
Otro punto en el que el Gobierno debe ser inflexible es el relacionado con el tráfico de droga como fuente de financiación de la guerrilla. La Región del Catatumbo, fortín histórico del Eln, se encuentra sumida desde hace décadas en una guerra sin cuartel entre todos los actores armados, precisamente por el control de la producción de coca y de las rutas de salida al exterior.
Luego de dos años de conversaciones es poco lo que se ha avanzado en Quito, al punto que fue necesario el cambio del equipo negociador del Gobierno, hoy al mando del ex vicepresidente barranquillero Gustavo Bell Lemus, quien tiene la difícil tarea de devolverle a gran parte del país la confianza y el interés en este proceso.
Por eso la expectativa del Gobierno, que en principio era firmar la paz con el Eln antes de terminar el segundo cuatrienio de Santos, ahora pasa por consolidar el cese al fuego entre las partes y llevar los diálogos hasta una posición de no retorno, con lo cual el próximo inquilino de la Casa de Nariño se vería en la necesidad de continuarlos.
Lo que está en duda, ahora como antes, es la voluntad del Eln para sacar adelante esta negociación. Sus voceros han manifestado que no se levantarán de la mesa hasta llegar a un acuerdo, pero sus acciones en el terreno indican lo contrario.