El caso de un adolescente del Instituto Técnico Industrial Comercial de Soledad que habría sido víctima de una agresión por parte de un compañero de clases, vuelve a poner sobre el tapete el tema del matoneo en los colegios. El menor fue golpeado en el rostro con una tabla, y aunque las versiones sobre el hecho son contradictorias, sufrió fractura del tabique y fue necesario que le tomaran diez puntos de sutura en la nariz, siete en el pómulo derecho y dos en la cabeza.

Una versión indica que se trató de un accidente en medio de un juego de béisbol con una tabla de pupitre, pero los padres del menor han manifestado que no es la primera vez que su hijo es agredido por el compañero.

La Secretaría de Educación Departamental y la de Soledad tienen la obligación de esclarecer esta situación y dar garantías a todos los estudiantes. Sin embargo, como es conocido por todos, el tema no se remite a un caso en particular, sino que se trata de una problemática mundial.

De acuerdo con un estudio de la Universidad de Los Andes realizado en 2016 y cifras del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, uno de cada cinco niños es víctima de matoneo y un menor de edad se suicida en el país cada 48 horas.

Burlas, pellizcos, empujones, golpes, insultos y peleas son parte de la difícil etapa escolar. Para muchos niños no es fácil superar este periodo de sus vidas y los traumas de la escuela persisten al llegar a la mayoría de edad.

En la Costa, estas agresiones han sido vistas como ‘mamadera de gallo’, pero en años recientes el término ‘bullying’ o matoneo ha adquirido relevancia para calificar los ataques que se presentan entre pares, ya sea en los colegios o en el trabajo.

Según la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), cada año hay en el mundo 246 millones de niños y adolescentes sometidos a una forma u otra de violencia en el entorno escolar, siendo el hostigamiento verbal la manera más típica de matoneo, con un aumento acelerado de los casos de ‘ciberbullying’, es decir, agresiones por internet o las redes sociales.

De acuerdo con Unesco, el matoneo se produce por “relaciones de fuerza desiguales a menudo reforzadas por estereotipos ligados al género, la orientación sexual y otros factores que contribuyen a la marginación, como la pobreza, la identidad étnica o el idioma”.

El problema es mucho mayor si se toma en cuenta que gran parte de las víctimas prefiere callar, con lo que el matoneo se mantiene invisible a los ojos de padres y profesores.