Una nube gris pasa por nuestro país en los últimos días, una atmósfera pesada y oscura en donde abunda la sensación real de incertidumbre que crece y crece. En plena pandemia del Covid -19, la crisis económica que aún no ha tocado fondo, la inseguridad galopante en las ciudades, la llamada persecución a los líderes sociales, el desempleo como nunca antes y la débil infraestructura en obras públicas y construcción social, basta con apreciar las imágenes de las pérdidas humanas y materiales, causados por el invierno a lo largo del territorio nacional y el Huracán Iota dejando desesperanza en San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Todo lo anterior, como colombiano común y corriente, lo lleva a uno a contribuir en la revisión de las políticas integrales que se vienen manejando en Colombia desde hace décadas.
Necesitamos caminos, un norte y una luz, no hay más tiempo de espera, la agonía nos invade, por ello hago alusión desde años atrás en mi libro, Al Viento y Al Azar, en un texto que titulo: Mí Fórmula para lograr un mejor país, entre líneas lo siguiente: “Se debe empezar por presentarle al pueblo nuevamente un referéndum, con el más simple cuestionario, para que la opinión pública declare con un SÍ o con un NO, su voluntad de disminuir el número de congresistas. Lanzar una campaña de gobernaciones, alcaldías y ministerios para detectar el cáncer de la corrupción, con sanciones penales para los contratos fraudulentos y el saqueo de los recursos del estado.”De otra parte, tristemente, el Congreso de la República ha decepcionado, cuando debe asumir la responsabilidad y dar la cara a la Nación para aprobar la añorada reforma a la justicia.
Nuevamente y desde semanas atrás, soplan vientos en nuestro país de líderes políticos con propuestas e iniciativas populares, a la luz de estudiarlas y discutirlas, seguramente serán varias y desde diferentes rincones políticos, independientemente que estén bien o mal formuladas en el paraguas del interés netamente partidista, que sean el producto de una intención de mejorar un ambiente preelectoral. Lo cierto es que nuestra Colombia, insisto, requiere cambios estructurales, estamos sumidos en el descontrol de una sociedad donde cada día aumentan las diferencias sociales y la falta de oportunidades en la educación y en ocupación laboral, que se han venido incrementando y que han tomado fuerza por los efectos de la crisis mundial a que estamos hoy sometidos.
Hay quienes aseguran que es muy costoso para el erario público la realización de un Referéndum. La consulta anticorrupción del 2018 tuvo un valor de $310.000 millones, presupuesto asignado a la Registraduría Nacional. Ante esto, toda enfermedad tiene su costo alto y debemos asumirlo si sirve para aliviar al paciente. Según Transparencia por Colombia, cada día en nuestro país se pierden por corrupción mil millones de pesos, y la Contraloría afirmó en el 2018 que la corrupción le cuesta a Colombia cada año $50 billones de pesos.
Ante una justicia descuadernada, la antipatía y desinterés para llevar a cabo una reforma, ¿Será costoso si es una opción, el referéndum?. ¿Uno de los caminos para ir poniendo de pie al enfermo que agoniza?