Primero el VAR y ahora la Superliga europea. ¿Qué vendrá después? ¿Suprimir los fuera de juego? ¿Mundiales con 48 equipos? ¿Tarjetas azules? ¿Sustituciones ilimitadas? ¿Cambios obligados tras completar cinco faltas? Lo peor es que estamos cerca de todo eso (ya se lo han planteado).
El fútbol, poco a poco, está perdiendo su esencia. Aún no logramos asimilar la llegada del VAR —que se inventó para darle más justicia a este deporte, pero con él las polémicas han aumentado e indignan más— y ahora nos querían hacer ‘tragar un sapo grande’ con la famosa Superliga europea, que lo único que buscaba —porque finalmente se cayó— era privatizar el fútbol, reduciéndolo a un selecto grupo, acabando así con los sueños de la mayoría de aficionados que anhelaban, desde chicos, con ver a sus equipos preferidos —sean pequeños, medianos o grandes, o de otros países, porque la globalización genera que estas decisiones impacten a nivel mundial— luchar en las distintas ligas para así alcanzar el premio de poder enfrentarse a los mejores clubes, en los mejores escenarios y en los torneos más importantes el mundo.
Que el ‘G12’ —que se fue acabando con el paso de las horas al ver la reacción mundial— no se mienta y no le mienta al mundo. Lo que buscan estos grandes con esta Superliga era un beneficio propio, no un beneficio general. No querían “salvar el fútbol”, como lo planteó su presidente Florentino Pérez, querían salvarse ellos… a costa del fútbol.
Guardiola, DT del Manchester City, uno de los integrantes iniciales de este ‘G12’ —que fue el primero en abandonar el barco, animando al resto de clubes a tomar el mismo camino— definió perfecto a esta famosa Superliga: “No es deporte”. Y no lo es por la sencilla razón que “no hay relación entre esfuerzo y recompensa”. El éxito estaba garantizado para ellos y el resto de clubes que siguieran padeciendo de los embates de esta crisis pandémica.
¿El fútbol está en crisis? Sí. ¿Se necesitan acciones urgentes? Sí. ¿Hay que modificar cosas? Sí. ¿Fifa y Uefa han cometido errores y deben reaccionar? Sí. Pero cualquier decisión que se tome debe apuntar al bien común, no en beneficio de unos cuantos grandes.
La tradición, las aficiones y el sentimiento no se tocan.