Decimos Da Vinci y como si diéramos un click, se abre en nuestra mente la imagen de la Mona Lisa de Giocondo, quien hace 400 años desafía a todo el que la mira y enloquece a toda la fila de extáticos que permanecen firmes, frente al lienzo envuelto en cristal protector, en el Museo del Louvre en París. Desafía a que entendamos qué hay detrás de esa sonrisa que tardó cuatro años el pintor en completar y que nunca considero terminada. (Nunca entregó el lienzo al Giocondo y lo llevó consigo toda su vida hasta su último refugio, en Francia, que le brindó elrey Francisco I). A través de los siglos se ha dicho muchas cosas, pero la más convincente es la siguiente: ningún artista ha expresado la verdadera esencia de la feminidad, ternura, coquetería, modestia y una secreta alegría sensual, el misterio de un corazón remoto, de un cerebro que piensa y de una personalidad controlada, que no entrega nada de sí misma, salvo ese resplandor infinito.
Hace 400 años que los expertos se preguntan quién inspiro al maestro da Vinci esa sonrisa, esa faz ovalada que no abandonó desde entonces. Vasari dice que la tal Mona Lisa no la tenía. Y Freud dice que viene de su madre campesina Caterina, quien lo crió y tuvo que entregarlo a los cinco años, a su padre Signore da Vinci con el consiguiente trauma para el pequeño Leonardo.
Una obra pictórica tan importante obliga al columnista a escoger entre las que conoció personalmente. Por eso la Mona Lisa y por eso el impactante dibujo que está o estaba en la Galería Nacional de Londres, La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana, un papel preparado en tono siena, para tiza blanco y negro de 1.41m x 1.04m. Ni siquiera es muy grande, pero la composición piramidal expresa la interacción entre las sagradas figuras. La virgen está sentada en las rodillas de su madre y el niño se mueve para unirlas y formar un arco, que a su vez une el brazo de la Virgen con el hombro de Santa Ana. A quien aplican el sfumato, levanta el brazo hacia arriba y estremece al espectador sugiriendo la sabiduría que yace debajo de su extraña sonrisa.
El sfumato y el claro oscuro fueron dos de los numerosos inventos de daVinci en su época. Como su nombre lo indica, consiste en la expresiva disolución de los bordes de una pintura y las sombras se hacen borrosas. Con el claro oscuro las figuras aparecen iluminadas fuertemente sobre un lienzo o papel de tonalidad oscura.
Da Vinci (1452- 1519) fue un hombre de innumerables dones. Experto en anatomía botánica, escultura, arquitectura, ingeniería, música, óptica y diseño de armas de guerra. Suspendió la pintura para crear y construir armas para los duques y reyes que emprendían guerras dentro de los estados italianos.