El pasado jueves, en el partido Colombia vs. Brasil, la esposa y la hija de Gustavo Petro fueron abucheadas en el Metropolitano, un hecho que debería generar, por lo menos, una reflexión sobre cómo diferenciar la línea entre el descontento y el matoneo. Ese "fuera Petro" que varios gritaron en el estadio (definir si fueron muchos o pocos depende de la vara con la que se mida) no podría estar destinado a la hija de Petro, una adolescente de 15 años que no tiene nada que ver con la gestión de su padre. Sin embargo, estos hechos, en la práctica, se tradujeron en un acto de matoneo contra una menor que, al final del día, no escucha ese "fuera Petro" como una manifestación política del descontento, sino como un ataque contra ella por una razón muy sencilla: su padre no estaba ahí en el momento de los hechos.
Hay que partir de la premisa de que, aunque una práctica sea usual dentro de la política, no quiere decir que sea justa o correcta. Es usual que los hijos de los presidentes o de políticos sean destinatarios de la desaprobación de sus padres; eso ha pasado en Colombia y en todas partes del mundo, sin importar la corriente política o la edad de los hijos. De esto se pueden concluir varias cosas, entre ellas que, en el furor de un partido, es difícil pedirle al público que no haga este tipo de actos. Es igual de complejo que controlar lo que se dice o se hace en una marcha. Al final del día, lo que está de por medio es una emoción política que muchos no saben cómo canalizar. Esto no lo justifica, pero lo explica; no lo hace menos condenable, pero muestra que como país tenemos mucho por crecer en términos de cómo se canaliza la desaprobación política.
En ese contexto se canalizó de forma incorrecta, porque si bien el mensaje finalmente le llegó al destinatario, se instrumentalizó a una menor en el proceso. Desde una perspectiva más humana, debería haber, por lo menos, un consenso en que nadie, sin importar su visión o interés político, quisiera que algo similar le pasara a alguno de sus hijos. Para procesar esto, se necesita tener un poco de empatía. No se trata de quién tiene la razón; en política, casi todo es debatible, sino de ponerse en los zapatos del otro. Un partido de fútbol de la selección en el Metropolitano siempre es un termómetro político; es igual o más político que lo que muchos vivieron en la plaza de toros La Santamaría. Pero más allá de la plaza, la oposición tiene que aprender que hay límites. Uno de estos es no canalizar lo político a través de una relación completamente personal y sensible como lo es la de un padre con una hija.
@tatidangond