Es impensable que la mitad del 2022 se vaya a ir en medio de una campaña electoral que solo ha llevado a la polarización y que se no tradujo en una discusión a fondo de la agenda que necesita el país para salir de la profunda crisis social y económica en la que se encuentra. Esta campaña eterna que solo ha generado zozobra entre los colombianos –cuyas familias y amigos no hacen otra cosa que enemistarse innecesariamente por estar defendiendo candidatos presidenciales– es el resultado de un país que pretende construir en meses lo que no ha hecho en décadas.
Serán casi seis meses de campaña en los que el gobierno actual, a sabiendas de que va de salida, ha hecho dos cosas: controvertir desde su plataforma las ideas o propuestas del candidato presidencial que no le gusta y hacer cabildeo para que el joven presidente ocupe un cargo de talla internacional una vez haga su salida oficial de la Presidencia de Colombia. Esto ha derivado en que durante esta larga y extenuante campaña se haya hecho más control político a los candidatos que al mismo presidente.
Esta campaña de nunca terminar ha tenido tiempo suficiente para hacerle creer a la ciudadanía que en Colombia solo hay dos opciones, bien sea votar por Federico Gutiérrez o por Gustavo Petro, porque está comprobado que con esa estrategia polarizadora es que se ganan las elecciones.
Pretenden relegar al centro en cabeza de Sergio Fajardo, a pesar de ser la solución más conciliadora y el tránsito prudente hacia el cambio, porque no cuenta con las alianzas tradicionales de la política o porque su discurso carece de sentimientos viscerales que alimenten la ira colectiva y canalicen votos a través de la indignación.
El resultado de esto es atroz porque si Colombia está preocupada por lo que pasará en el país si gana Petro, nadie se ha preguntado qué pasará si no gana. Nadie se ha cuestionado cuál es el plan para salvar al país, porque hay una idea más cercana a la ficción que a la realidad de que si Petro pierde las elecciones automáticamente saldremos de esta crisis económica y social. Ojalá fuera tan fácil como eso, pero está claro que la derecha no es garantía de prosperidad y desarrollo, para la muestra estos años de estallido social, aumento de la pobreza e inflación.
Hay un desasosiego de 360 grados, desde el mercado que ha tenido que llegar a soluciones rebuscadas como la Cláusula Petro – una condición suspensiva o extintiva de un negocio jurídico en caso de que gane Gustavo Petro– hasta un sinnúmero de noticias falsas que generan preocupación y malestar entre las personas.
Esta campaña electoral que eclipsó por completo las elecciones del Congreso ha sido innecesariamente larga y le ha costado al país estabilidad económica, social y emocional. Es necesario que se piensen campañas más cortas, gobiernos que trabajen hasta el último día y debates de más sustancia que los que hemos visto hasta ahora.